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La Universidad Nacional: 150 años

La fundación de la UN fue casi simultánea con la de la Red de Universidades Públicas de EE. UU.

Moisés Wasserman
Hoy se cumplen 150 años de la fundación de la Universidad Nacional de Colombia. Se acostumbra, en estas efemérides, hacer discursos grandilocuentes. Como creo que no hay duda de mi fuerte relación emocional con la universidad, no haré un panegírico. Más bien reflexionaré sobre algunos hechos de sus inicios que me intrigan.
La fundación de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia fue casi simultánea con la de la Red de Universidades Públicas de los Estados Unidos de América, universidades del Land Grant Act. Las jóvenes democracias americanas veían en la educación superior la clave del progreso.
El acto que dio origen a la red norteamericana se dio el 2 de julio de 1862. Fundó universidades rurales en cada uno de los estados de la Unión. Le asignó a cada una tierras y reguló el producido de estas, o el de su eventual enajenación, para que se aplicara en forma exclusiva a fines educativos. La ley les aseguró a las nuevas instituciones estabilidad y sostenibilidad financiera de largo término. Puso pocas condiciones: la primera, que en el término de 5 años estuviera funcionando al menos un college (facultad o escuela), sin definir en qué disciplina (aunque sugería una agrícola). La segunda fue que esos fondos debían servir solamente para “promover la educación liberal de las clases trabajadoras, para todos sus propósitos profesionales y vitales”. Declaraba con eso su propósito de que la educación sirviera como un instrumento de promoción y movilidad social.

Los dos casos son el orgullo de sus naciones y de sus egresados.
A nosotros tal vez nos ha tocado más difícil

La ley colombiana del 22 de septiembre de 1867 autorizó al Ejecutivo para que, con el soberano estado de Cundinamarca y con la municipalidad de Bogotá, organizara una universidad con seis escuelas: Derecho, Medicina, Ciencias Naturales, Ingeniería, Artes y Oficios, y Literatura y Filosofía. Adscribió a la universidad instituciones como la Biblioteca Nacional, el Observatorio Astronómico, la Escuela de Ciencias Naturales, el Laboratorio Químico y los hospitales de Caridad y Militar. Advirtió que los reglamentos serían dictados por el Gobierno de la Unión y previó algunos aportes económicos del Congreso, de la Asamblea y de la Municipalidad, pero sin definirlos claramente. Exigió taxativamente que se vincularan ocho estudiantes de cada estado, totalmente becados.
Los Estados Unidos de América no eran mucho más ricos que nosotros en ese momento y estaban en una guerra civil que amenazaba su unidad nacional. Sin embargo, aseguraron pragmáticamente la sostenibilidad de las futuras instituciones y les dieron plenas libertad y autonomía (con gran confianza en los fundadores) para conformar sus diversos proyectos universitarios. Los Estados Unidos de Colombia fijaron por ley las áreas de estudio, las normas y hasta el número de estudiantes y su origen regional, pero dejaron el financiamiento sujeto a la voluntad cambiante del Congreso, la Asamblea y la Municipalidad.
En Estados Unidos, el presidente era el republicano Abraham Lincoln; en Colombia, el muy liberal Santos Acosta. Los americanos se ocuparon pragmáticamente de asegurar financiamiento y dejaron todo el resto en libertad. Nosotros fijamos rigurosamente qué y cómo se debía hacer, pero sin preocupación por la sostenibilidad financiera. Además, concebían diferentes modelos de universidad. La norteamericana debía construirse según el modelo ‘humboldtiano’, cuya principal característica es que está centrada en el servicio al individuo. En nuestro caso, sería una del modelo napoleónico, una institución al servicio del Estado. Los dos casos evolucionaron y han sido exitosos, cada uno a su manera. Los dos son el orgullo de sus naciones y de sus egresados. A nosotros tal vez nos ha tocado más difícil.
MOISÉS WASSERMAN
Moisés Wasserman
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