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El Museo de la Creación

Nadie que viva en la Tierra real puede afirmar que el hombre y los animales fueron creados.

Me dijeron que tenía que verlo para creer. Como estaba cerca (en el medio oeste americano, 500 kilómetros es cerca), fui a ver el Museo de la Creación, en Petersburgo, Kentucky. Aun habiéndolo visto, me cuesta creerlo. Es un edificio de 7.000 metros cuadrados con varias hectáreas de jardín, y en una localidad cercana hay una réplica de tamaño real del arca de Noé. El “tamaño real” es de 137,2 metros de largo, porque asumen que el codo, medida bíblica, equivale a 0,457 metros.
Yo empecé, como se debe, por el paraíso. En un diorama de gran formato, Adán y Eva holgazanean plácidamente. Como no han pecado aún, están desnudos, pero pudorosamente cubiertos por la vegetación. Los rodean ovejas, tigres y leones, y los acompaña un tierno, sonriente (con todos sus dientes) y aún vegetariano Tyrannosaurus rex.
En otra sección, un video muy moderno en una gran pantalla curva hace un recuento de la creación; enfatiza que los periodos que relata fueron de días de 24 horas (no de épocas, como pretenden los revisionistas). Así, la luz se creó poco después que la Tierra; y el Sol y las estrellas, con posterioridad a la luz.

Las creencias personales son respetables, pero hay hechos que ya no pueden entrar en la categoría de creencia

Hay una importante exhibición que hace un paralelo de la evolución y de las cosmologías de los modernos astrofísicos con la teoría de la creación. Plantean, como alguna vez lo hiciera el presidente Reagan, que la evolución y la creación son dos teorías alternativas igualmente válidas para su enseñanza en los colegios. Una dice que la Tierra tiene unos cinco mil millones de años; la otra, que tiene apenas seis mil. Las cordilleras, los grandes cañones y los valles se conformaron, según ella, hace cuatro mil años con el gran diluvio universal. Noé también albergó en su arca dinosaurios, pero se extinguieron, y los otros se volvieron fósiles.
La librería es parecida. Se ofrece una revista que se llama 'Respuestas' y hay libros de colegio que presentan más respuestas y kits educativos que garantizan que los niños van a conocer las respuestas. Insisten en que las dos teorías se basan en los mismos hechos, pero que parten de una base diferente: una, la de las ideas de los hombres, es insegura y vacilante; la otra, la de la revelación, no tiene asomos de duda. Pero la diferencia de verdad está en la forma en que se usan las preguntas. El campamento de las ideas de los hombres las usa para acercarse, en medio de dudas, a la verdad; el campamento de la revelación las ve como una oportunidad para exponer la fortaleza de la fe, dando las respuestas correctas. Así se puede decir que los radioisótopos en algún momento dejaron de desintegrarse para que los fósiles y las formaciones geológicas “parecieran” más viejas (millones de años) de lo que son (cuatro mil años); que las mutaciones no pueden generar una nueva información genética sino deformar la preexistente, y que por simple multiplicación pasamos de las siete mil especies de Noé a dieciocho millones hoy (once nuevas por día durante cuatro mil años).
Nos ofrecieron la conferencia de un “experto” sobre la relevancia actual del Génesis. Rechazó con fuerza a los “creyentes tibios” porque, a su juicio, ponen en duda la fortaleza explicativa de la doctrina cuando aceptan teorías como la de la evolución. Se dolió de que cada vez haya menos creyentes “de verdad”.
Esas posiciones (compartidas por el 40 por ciento de los norteamericanos y quién sabe por cuántos más de otros lugares) hacen más daño a las religiones que el que pueden hacer los ateos. Las creencias personales son respetables, pero hay hechos que ya no pueden entrar en la categoría de creencia. Nadie que viva en la Tierra real puede afirmar que esta tiene seis mil años y que el hombre y los animales fueron creados; menos aún, que lo fueron tal como se ven hoy.
MOISÉS WASSERMAN
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