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Se alzó la clase media mundial

La clase media de países pobres comparte las angustias que acosan a sus pares en Norteamérica.

Moisés Naím
¿Qué tienen en común un agricultor de Iowa, un diseñador gráfico de Chile, un jubilado del Reino Unido y un contador en China? Dos cosas: son miembros de la clase media de su país y están furiosos con sus políticos.
Sus desilusiones están transformando la política y creando sorpresas, como la elección de Donald Trump, el ‘brexit’, la defenestración política de presidentes y una ola mundial de protestas callejeras.
En los países ricos donde la clase media se ha perjudicado, los ánimos políticos están caldeados. La globalización, las crisis financieras, la inmigración, la automatización, las desigualdades, los nacionalismos y el racismo abren oportunidades para aventureros de la política que venden como buenas ideas malas.
Y esto no solo sucede en los países ricos. La clase media de países pobres como Brasil, Turquía, Indonesia, China o Chile comparte las angustias que acosan a sus pares en Norteamérica y Europa. Y también ellos están protestando en las calles y en las urnas electorales. Esto es paradójico, puesto que en las últimas tres décadas cientos de millones de personas en Asia, Latinoamérica y África han salido de la pobreza y forman parte de la clase media más numerosa que jamás ha existido. Pero esta nueva clase media tampoco está contenta.
Estas convulsiones no son nuevas. En 2011 escribí que “la principal causa de los conflictos que se avecinan no serán los choques entre civilizaciones, sino la indignación generada por las expectativas frustradas de una clase media que está en declive en los países ricos y en ascenso en los países pobres”.
“Es inevitable –escribí– que algunos políticos de los países desarrollados achaquen el declive económico de su clase media al ascenso de otros países”. Y descubriremos que el aumento de la prosperidad económica de una sociedad no la protege de la inestabilidad política.
El economista Homi Kharas estima que hoy el 42 % de la población mundial pertenece a la clase media y que cada año aumenta en 160 millones de personas. Según Kharas, los mil millones de personas que se van a incorporar a la clase media en los próximos años vivirán, en su inmensa mayoría (¡un 88 %!), en Asia. Es natural que cuando la clase media crece también crecen sus expectativas. Sus nuevos integrantes suelen ser más educados y estar más conscientes de sus derechos. Tienen más capacidad de exigir y presionar a sus gobiernos, quienes a menudo no tienen los recursos ni la capacidad institucional para responder adecuadamente a las nuevas demandas.
Muchos de estos países de menores ingresos están empezando a mostrar fisuras similares a las de Estados Unidos y Europa. En los países pobres donde la clase media ha aumentado, la situación política se ha trastocado. Los partidos y los políticos “de siempre” son crecientemente derrotados por nuevos e improbables políticos.
Hay muchos motivos para que haya este gran descontento en el mundo aunque los niveles de vida están mejorando. Pero, sin duda, el más fácil acceso a la información es un factor crucial. Las personas mejor informadas son más difíciles de controlar. Cuando miles de millones de personas, solo con tener un teléfono móvil, pueden enterarse de cómo viven los demás, hay muchas más probabilidades de que se sientan insatisfechas con su situación. Las nuevas clases medias aspiran a salarios cada vez más altos, sanidad más barata, mejor educación para sus hijos, igualdad, mejores servicios públicos o libertad de expresión. Pero la “conectividad” más barata y accesible no es el único factor que nutre la inestabilidad política. También cuentan la urbanización, las migraciones, el aumento de las desigualdades e incluso una nueva intolerancia con la corrupción, la autoridad y las jerarquías.
¿Qué va a pasar? Está claro que vamos a seguir viendo grandes cambios impulsados por los miembros de la clase media. En los países ricos, donde los niveles de vida de la clase media se han deteriorado, estas exigirán a sus políticos reivindicaciones y cambios en las reglas imperantes. Los reacomodos políticos serán inevitables y el rechazo al “más de lo mismo”, inevitable.
Por su parte, las nuevas clases medias de los países de menores ingresos continuarán sacudiendo a los sistemas políticos que permitan que siga ensanchándose la brecha entre las expectativas de la gente y la capacidad del gobierno para satisfacerlas.
MOISÉS NAÍM
Moisés Naím
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