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Mockus, ciudadano en formación

Hoy debemos aceptar que la 'ola verde' se construyó sobre una omisión tan grande como una mentira.

Laura Gil
“No todo vale”, decía Antanas Mockus. Con sus últimas declaraciones, el exalcalde y excandidato presidencial mostró que todo sí vale. En carta firmada “ciudadano en formación”, Mockus no solo confesó antiguas simpatías hacia las Farc, sino la ejecución de trabajos menores para ellas. “Les guardé secretos y recursos”, escribió.
Somos todos ciudadanos en formación. Pero unos yerran más que otros, y Mockus erró. A él se le podrá extender toda la generosidad que merece como ser humano. Hasta los más brillantes, como Mockus, cargan con éxitos y fracasos, virtudes y fallas, convicciones y dudas, contradicciones y dilemas. Pero, como figura pública, defraudó.
El exalcalde fue el faro ético de muchos de nosotros. Hoy debemos aceptar que la ‘ola verde’ se construyó sobre una omisión tan grande como una mentira. El discurso de la legalidad vino de quien se dejó seducir por la ilegalidad.
“Recibí un entrenamiento para ayudar a producir documentos falsos”, agregó. Nunca alcanzó a elaborar una cédula en su cuarto oscuro, pero sí hizo traducciones y dejó entrever que hospedó guerrilleros en su casa y conoció las coordenadas de cabecillas.
“Errar es humano”, reza el adagio. ¿Quién no se ha equivocado alguna vez?, preguntan muchos. Mockus no persistió en el error y se alejó de toda cercanía con la guerrilla hacia 1985. “Hace 30 años”, cuando ya era un hombre hecho y derecho, “yo miraba el mundo de manera muy distinta a como lo veo hoy, y cometí una serie de errores”, explicó Mockus. Quizás en aquel entonces había más tolerancia con la toma de armas.
Muchos colombianos pueden apelar al recurso del momento histórico para explicar su elección de la vía armada. Pero ¿puede invocar este atenuante el hombre que, hasta hace poco, era nuestro símbolo de transparencia? La construcción de la persona ética exige resistencia ante los entusiasmos de los tiempos, cuanto más si ellos ponen en juego el derecho a la vida.
El novelista Günter Grass fue un compás moral para la Alemania de la posguerra. Puso sobre la mesa la complicidad colectiva que hizo posible la barbarie de Hitler. Solo en el 2006 reconoció su participación en las Waffen-SS, un cuerpo de combate nazi. Era tan solo un adolescente para la época y su colaboración fue involuntaria y, aun así, los alemanes reaccionaron con indignación. Rechazaron el silencio de 60 años.
¿Sobra aclarar que no se trata de comparar a las Farc con los nazis, ni el apoyo distante de Mockus con el involucramiento directo de Grass? Pero sí de señalar que, por diferentes que sean las situaciones, la hipocresía de ambos intelectuales sigue siendo la misma.
Ante los crímenes de las Farc de hoy, los auxilios de Mockus no pasaron de pecadillos. ¿Para qué contarlos ahora? Según sus propias palabras, lo hizo para avanzar en el debate de la justicia transicional, alentando a otros a reconocer sus propias fallas y aceptar la “cruda realidad”. Al final, uno no sabe si exageró sus coqueteos con las Farc para alimentar el deseo de continuar erigiéndose como un ejemplo, el primero en dar el paso hacia la admisión de responsabilidad.
Creo, como Mockus, en la paz negociada, “echar para atrás me parece un error” y “me duelen tanto los 11 soldados como los 29 guerrilleros”. Pero a la mayoría de nosotros, asumo, nos honra no poder acompañarlo en decir “ayudé a unos y otros”.
Las admisiones de Mockus no remedian el silencio. La justicia retardada es justicia denegada; la transparencia también. A las Farc las espero, sin rencores y lista para construir un país en paz, en esta orilla de la legalidad. No es ejemplo quien se dejó tentar de la otra y lo calló, así siga en formación.
Laura Gil
Laura Gil
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