¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Microcuento

Para aquello que viajó por siglos esperando volverte a encontrar, habías sido un milagro.

Había mucha agua. No sé exactamente dónde estábamos cuando te perdí de vista en medio de la debacle; la corriente arrasaba con todo, animales, ranchos, gente, árboles. De pronto el mundo se convirtió en un remolino de objetos alevosos que se volvieron contra nosotros bajo un cielo de plomo púrpura. Supe que era el fin. Pero antes mis ojos atónitos midieron la última ola, que nos borró para siempre. Morimos.
No alcanzo a precisar quiénes éramos, ni qué tipo de lazo nos unía entonces, solo puedo decir que te me habías clavado en el corazón como un tallo de flor, y que tus dolores crecían sobre los míos. Luego, aquel túnel vertiginoso del que tengo un recuerdo tan claro como el de la inmisericorde tempestad que nos desapareció. Viajé sola dentro de un cilindro que parecía no tener boca de salida. Ya no fui más aquella que devoró la espuma, desmembrada de vos, sino una especie de onda, un alma, un punto de energía buscando concretarse nuevamente. Así me desplacé por ese pasadizo del tiempo, impulsada frenéticamente en línea recta hasta caer en un silencio seco. Le siguió el primer recuerdo que tengo de esta, mi actual vida. Tengo tres años de edad y acabo de despertar en una habitación apacible, soy una niña, he conseguido transformarme otra vez. Desconcertada, experimento la sensación vívida de haberme salvado de una catástrofe; instintivamente, me levanto como buscando algo y recorro la casa sencilla de dos pisos. La temperatura es cálida y agradable como un vientre materno; una máquina de coser ronronea en la planta baja, la radio está encendida, alguien tararea notas alegres. Entro en la alcoba donde duerme tranquilo un niño en su cuna de madera. Voy hacia él y entre los barrotes introduzco mi brazo y descorro uno de sus párpados con el dedo índice de mi mano derecha.
Este es el segundo recuerdo que me dejó perpleja. Haber abierto tus ojos y oír mi propia voz de ultratumba musitar, “estás aquí”. Te reconoció algo más allá de mí que tal vez ahora entiendo mejor, pues, en mi recién estrenada identidad, solo era una niña curiosa queriendo despertar a su hermano. Para aquello que viajó por siglos esperando volverte a encontrar, habías sido un milagro. El más bello milagro de todas mis vidas. Ahora sé por qué me horrorizan el agua y las tormentas, y por qué la certeza absoluta de que me dejaría arrastrar de nuevo por ellas, con tal de verte feliz.
Margarita Rosa de Francisco
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO