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La leche derramada

Mauricio Vargas
El fallo de la Corte Internacional de La Haya que le arrebató una enorme porción del mar Caribe a Colombia, con gran riqueza pesquera y excelentes perspectivas en petróleo y gas, es el precio que paga el país por décadas de un frívolo y poco profesional manejo de sus relaciones exteriores. Funcionarios con escasa experiencia en pleitos internacionales se dejaron llevar por tesis puramente jurídicas sin entender que en La Haya, a más de las normas, pesan intereses políticos y hasta económicos que podían perjudicar la posición colombiana, que en el caso de San Andrés y los cayos resultaba inmejorable.
Someterse a ese examen sólo podía significar perder, pues lo teníamos casi todo. La discusión era si perdíamos mucho o poco. Y perdimos mucho. La responsabilidad de los gobiernos anteriores es enorme, pues nunca debieron aceptar que La Haya entrara a arbitrar un asunto que, en cierta medida, ya estaba resuelto a favor de Colombia. Pero esos antecedentes no exoneran al gobierno actual. La canciller María Ángela Holguín fue muy desafortunada en sus declaraciones, en abril, cuando sugirió que los jueces de La Haya se inclinarían por una "solución salomónica". Sus palabras llegaron volando a oídos de esos mismos jueces.
Una fuente diplomática, altamente confiable, me dijo que al menos uno de esos jueces, el que se mostraba más favorable a las tesis colombianas, transmitió a la delegación nacional su indignación y exigió que la canciller rectificara, pues entendieron los jueces que la ministra les estaba diciendo que sus sentencias no eran en derecho, sino que se acomodaban en virtud de otras consideraciones. Algo que, a la luz de lo ocurrido, parece cierto. Pero -es cuestión de diplomacia- la canciller no tenía por qué restregárselo en la cara a quienes definían la suerte del mar de San Andrés. Otras fuentes sostienen que la frase no causó tanto daño, pero incluso quienes así piensan aceptan que fue una imprudencia.
Semanas después, y ante un horizonte cada vez más oscuro sobre el fallo, varios miembros del gabinete de Juan Manuel Santos sugirieron que Colombia desconociera la jurisdicción de La Haya, antes de que los jueces dictaran sentencia. Estados Unidos lo hizo en un pleito contra Nicaragua por el tema del apoyo de Washington a los 'contras', y aunque igual La Haya falló a favor de Managua, la sentencia nunca se cumplió porque Estados Unidos se bajó del bus a tiempo. La propuesta de los ministros fue rechazada: la cancillería consideró que ese paso no era viable. Por eso, los altisonantes discursos que ahora se echa la canciller no son más que llantos sobre la leche derramada.
El presidente Santos asegura que su gobierno agotará todos los recursos jurídicos. Como dijo un exultante Daniel Ortega el lunes en la noche, en la plaza de Managua: "¿Será que va a apelar a la corte celestial?". Más opciones no hay, aparte de una revisión y una aclaración del fallo, que nada cambiarán de fondo. Ojalá quede aprendida la lección: no más frivolidad, no más amiguismos, no más cachaquería ineficiente en la cancillería.
* * * *
¿Al fin qué? La Superintendencia de Industria y Comercio visitó esta semana de sorpresa, en uso de sus facultades, el Acueducto de Bogotá, en medio del pleito entre el Gobierno Nacional y el alcalde Gustavo Petro. Pero esa misma energía no se les notó a las superintendencias Financiera y de Sociedades, encargadas de vigilar, la una en las transacciones y la otra en lo societario, al grupo Interbolsa, donde cada cosa que sale a relucir es peor que la anterior. ¿Dónde estaba el Gobierno mientras miles de inversionistas perdían cientos de miles de millones en ahorros? Muchos amigos tenían y siguen teniendo los dueños de esa firma en esas entidades de vigilancia que poco vigilaron y cuyos responsables, los superintendentes, lloran hoy, como la canciller, sobre la leche derramada.
Mauricio Vargas
Mauricio Vargas
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