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La Farc

Dice la candidata vicepresidencial de la Farc que hay que agradecerles que dejaran de matar.

Mauricio Vargas
Tiene razón el presidente Juan Manuel Santos cuando sostiene que las Farc “cometieron el gravísimo error político de mantener su nombre...” ahora que dejaron las armas y se convirtieron en partido político. De hecho, lo único que hicieron fue singularizar su sigla, y ya no son las Fuerzas Armadas Revolucionarias, etc., sino la Fuerza Alternativa Revolucionaria Común, la Farc, como si se hubiesen inspirado en la forma despectiva con que, por años, ha llamado a este grupo su némesis, el expresidente Álvaro Uribe, quien siempre habló de “la Far...”.
Pero mantener en la política la misma marca que usaron para asesinar, secuestrar y narcotraficar no es el único desacierto de Rodrigo Londoño, a quien por años conocimos como ‘Timochenko’, su principal líder y ahora candidato presidencial, ni de los demás dirigentes de la Farc, en su estreno en la lucha meramente política. Su actitud agresiva hacia los medios, hacia sus adversarios en la arena proselitista y hacia cualquiera que ose criticarlos, y de la que es buen ejemplo ‘Jesús Santrich’, el excomandante guerrillero que anuncia demandas contra cualquiera que lo llame asesino, no les conviene.
Que hayan dejado de matar –ellos, no sus disidencias, con las que no terminan de cortar amarras, como lo demuestra la puerta giratoria por la que alias el Paisa entra y sale de las zonas de concentración de exguerrilleros– no les borra de un plumazo su pasado. Y menos si su lanzamiento al ruedo político ocurre sin que hayan resuelto su situación jurídica en la JEP, como en principio nos había prometido el presidente Santos que iba a suceder. También aporta a esa equivocada postura la vallenata Imelda Daza, fórmula de Londoño a la vicepresidencia, quien sostuvo, en entrevista con Vicky Dávila en La W, que “hay que agradecerles a las Farc que hayan tenido el gesto de dejar las armas...”. Como quien dice, les salimos a deber.
En el más reciente Gallup Poll, el 17 % de los encuestados dicen tener de la Farc una imagen favorable, contra 79 % que la tienen desfavorable. Este año, al comenzar a dejar las armas, su imagen favorable llegó a 19 %, pero luego cayó a 11 %, subió a 15 %, volvió a caer a 12 % y ahora llega a 17 %. Ha mejorado frente a los tiempos en que mataban a diario, cuando no subía de 4 %. Pero vale la pena mirar este antecedente: en 1990, cuando el M-19 dejó las armas, su imagen favorable se trepó por encima de 60 %, y eso luego se tradujo en votos y les permitió obtener una buena bancada en la Asamblea Constituyente del 91.
Claro que el carisma de Carlos Pizarro y Antonio Navarro, los líderes del M-19 desmovilizado, no se compara con la pobreza de que hacen gala en ese campo Londoño, ‘Iván Márquez’, ‘Santrich’ y compañía. Pero no es solo eso. Pizarro, Navarro y sus compañeros asumieron una actitud conciliadora y agradecida con la sociedad que los indultaba y les abría las puertas para la lucha política legal.
Todo lo contrario ha ocurrido con la Farc: luce como si sus jefes hubiesen venido a imponer condiciones –han impuesto varias–, a exigir privilegios –los han obtenido– y a demandar que, como dice la señora Daza, les demos las gracias por ser tan queridos de dejar de matar. Pero, además, se dedican a esconder sus millonarias fortunas y se alían con las ‘bacrim’ para defender a los cocaleros. Mejor dicho, no se ayudan.
Lo anterior demuestra que no saben mucho de comunicación política. Es normal: por décadas transmitieron sus mensajes proselitistas a punta de sangre y muerte. Parece difícil que, con ese tonito, sus candidatos a presidencia y vicepresidencia vayan a conseguir muchos votos. Curules tendrán –cinco en el Senado y cinco en la Cámara, por la vía del regalo acordado en La Habana–, pero poco más. Los electores colombianos olvidan, pero no tan fácil.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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