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Bienvenidos

Sean bienvenidos, señores de las Farc, a la democracia, a la Colombia real y a la burocracia.

Si no fuera porque arrastran tantos crímenes atroces como sus émulos los paramilitares, por los que no pagarán cárcel, me estarían dando lástima los comandantes de las Farc, que apenas se están enterando de cómo funciona Colombia. Acaban de descubrir que las leyes que salen del Congreso –buenas, malas, regulares– pueden ser revisadas por la Corte Constitucional; ya saben que en el Capitolio las cosas van despacio, incluso con el mecanismo del ‘fast track’; descubrieron que a la hora de ejecutar, el Gobierno es lento; y, como cualquier colombiano, tienen ya una larga lista de reclamos por promesas que –dicen– el presidente Juan Manuel Santos les ha incumplido.
Sí, señores de las Farc: la Corte Constitucional suele revisar la legislación que sale del Congreso. Es una de las tareas que la Carta del 91 les asignó a los magistrados, aun si el Gobierno les nombra parientes y amigos en el servicio diplomático. Y qué bueno que sea así, no lo de los nombramientos –que eso se ve feo– sino lo de la independencia de los magistrados.
Cuando la Corte tumbó la reglamentación del ‘fast track’ que decía que los proyectos de ley de desarrollo de los acuerdos de La Habana no podían ser modificados en su articulado y solo podían ser aprobados o negados en bloque por el Congreso, no hizo más que proteger la separación de poderes. ¡Ni más faltaba que el Legislativo no pudiese legislar! Sorprende que se haya desatado una vendetta contra el magistrado Carlos Bernal: es el colmo –han dicho algunos– que haya votado contra el mismo gobierno que lo incluyó semanas atrás en una de las ternas para la Corte. A quienes eso han dicho se les aplica el refrán: el ladrón juzga por su condición.
A fines de noviembre, me pregunté en estas páginas si frente a los proyectos de ley hijos del acuerdo de La Habana, los congresistas iban a debatir o a comportarse como borregos. Casi todos los lectores que me escribieron esa semana apostaron a que los parlamentarios iban a actuar como borregos. No fue así. Han debatido las iniciativas y, cuando no los convencen, las han demorado. Leyes que debían salir aprobadas en días o máximo semanas han tardado meses. Y ahora, tras el fallo de la Corte, podrán ser modificadas por las cámaras. Eso –con sus virtudes y defectos– se llama democracia. Bienvenidos a la democracia, señores de las Farc.
Y bienvenidos también a la burocracia y a la mala administración que los demás colombianos soportamos a diario. La instalación de la veintena de campamentos donde la tropa guerrillera se concentra se tardó mucho más de lo planeado. Menos grave que lo ocurrido con las obras del Fondo Adaptación, previstas para concluir un par de años después de la espantosa temporada invernal de 2010 y 2011, y que solo quedaron listas en 2017 o incluso están pendientes. Todo ello agravado por la corrupción (pagaron 25.000 pesos por cada sobre pequeño de condimentos para el alimento de los desmovilizados) y por los trámites burocráticos de un gobierno que poco se ha distinguido por su eficiencia.
Ahora ‘Timochenko’ y sus compadres se quejan de que el Presidente les ha incumplido. Bienvenidos también al Gobierno, que promete y no cumple. No ha sido el único, hay que decirlo, pero a fe que en eso de poner conejo, esta administración se ha fajado. Si no me creen, señores de las Farc, pregúntenles a los habitantes de Buenaventura, Tumaco y el Chocó, a los maestros, a las víctimas de Mocoa o de las anteriores tragedias invernales, a los investigadores y científicos que se quedaron sin presupuesto, a los jubilados, a los empleados estatales, a los militares y exmilitares, en fin, a millones de contribuyentes a quienes, de candidato en 2010, Santos les dijo que no les subiría los impuestos. Bienvenidos sean, señores de las Farc, a la Colombia real.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
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