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Herencia maldita

Si el Centro Democrático fuera la oposición las dificultades actuales serían usadas políticamente.

Los países que mejor han logrado manejar la crisis del covid-19 son precisamente aquellos en los que el Gobierno y la oposición han dejado de lado sus diferencias. En cierto sentido, este ha sido el caso de Colombia, donde, en términos generales, ha habido más acuerdos que desacuerdos y la labor del Ejecutivo ha recibido un amplio respaldo. Hay que darle crédito al presidente Duque, que ha hecho las cosas ejemplarmente.
Por fortuna, el debate público está hoy menos contaminado de rencores y odios; hay más cabeza fría, indispensable en momentos tan difíciles. No puede decirse que hay un consenso, pues los matices siempre existirán y son convenientes, pero sí puede afirmarse que el debate es constructivo, informado y objetivo. El país no se percibe tan dividido como en el pasado.
Definitivamente, la situación sería muy diferente si el Centro Democrático estuviera en la oposición. En esa condición, no desaprovechó oportunidad alguna para desprestigiar al gobierno anterior. Si ese mismo espíritu siguiera vigente, cualquiera de las dificultades actuales por las que atraviesa el país en salud y economía estaría siendo utilizada políticamente.
Aunque sería ingenuo pensar que el Gobierno esté dispuesto a reconocer que está construyendo sobre lo construido, lo cierto es que la respuesta a la crisis del covid-19 se ha podido edificar sobre unos cimientos sólidos.
Por ejemplo, ¿cuál sería la situación hoy si, además de la pandemia, estuviéramos combatiendo otro desastre, como era el conflicto con las Farc? ¿Cuántas camas en nuestros hospitales están disponibles gracias al acuerdo de paz? ¿Cuántos recursos, que antes destinábamos a la guerra, podemos direccionar hoy a la salud? Los colombianos intuimos las respuestas a estas preguntas.
Pero no solo es eso. Otra sería nuestra situación en medio del aislamiento si el país no hubiera avanzado decididamente en el campo de las TIC. Pasamos de tener tres cables submarinos a diez (indispensables para nuestra conectividad con el mundo) y de 3 millones a 30 millones de conexiones de banda ancha. Contamos con una red de fibra óptica de 19.000 kilómetros que conecta prácticamente a todos los municipios del país, existen 1.500 zonas wifi y los estudiantes en los colegios públicos cuentan con 2 millones de tabletas. ¿Cuál sería la realidad actual si esas inversiones no se hubieran hecho?
En lo financiero, para atender la actual emergencia el Gobierno no vaciló en utilizar 3.000 millones de dólares de regalías prudentemente ahorradas desde que se reformó el sistema en 2011. Y ya que hablamos de petróleo, la Nación pudo volver a recibir importantes recursos de Ecopetrol el año pasado –10 % de los ingresos totales del Gobierno– debido a que heredó una empresa eficiente y rentable. Estos mayores ingresos le permitieron al Ejecutivo gastar más en 2019 en comparación con 2018.
Contra lo que la oposición repitió hasta convertirlo en verdad para millones de personas, el gobierno anterior no utilizó un solo peso de Isagén para financiar sus gastos. Por eso, los 6 billones de pesos de la venta estaban invertidos –hasta hace dos semanas– en acciones y bonos de la Financiera de Desarrollo Nacional. Su única finalidad: apalancar el desarrollo de la infraestructura. Uno de los decretos de emergencia tomó 2,6 billones de pesos de allí para convertirlos en ingreso del Gobierno y así poder garantizar los créditos que está ofreciendo el sistema financiero. Mejor dicho, y por paradójico que suene, el gobierno del presidente Duque se está gastando la plata de Isagén, lo que nunca se había hecho y a lo que tanto se opuso. Aunque todos sabemos que la política es cambiante, y cada día trae su afán, uno no deja de sorprenderse.
Por último, una de las críticas favoritas en el pasado fue el manejo de la deuda. Este año la deuda pública aumentará como nunca, debido a la devaluación y al mayor déficit permitido por la regla fiscal para enfrentar los efectos recesivos de un choque externo, tal y como ocurrió entre 2015 y 2018.
Como quien dice, a quien no quiere caldo se le dan dos tazas.
MAURICIO CÁRDENAS
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