¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Colombia ya no es Macondo

Hay que generar una cultura de paz que cuente con la conversación como herramienta fundamental.

Confieso que siempre me ha molestado que hayamos tomado el concepto de ‘realismo mágico’ como una forma de ser de los colombianos. En literatura funciona perfecto, pero en la vida real, no. Aquí todo se permite, y lo podemos hacer mal hecho o tarde porque “como así somos los colombianos” o “estamos en Macondo”.
Me preocupaba la forma en que nos veíamos a nosotros mismos, porque eso revela una autoestima baja. En el fondo, es como que no creemos que nos merecemos algo bueno. Pero si todo el tiempo conversamos de lo corruptos, violentos o maliciosos que somos, pues terminaremos reforzando esos comportamientos. “Somos lo que conversamos”. Pero una sociedad que logra conquistas grandes, como un acuerdo de paz, normalmente tiene un proceso de autoestima muy importante.
El programa ‘La conversación más grande del mundo’ surge entonces como un vehículo de pedagogía para generar transformación entre la gente. Si nosotros conversamos de amistad (¿qué es la amistad?, ¿cómo se hacen los amigos?, ¿por qué son importantes?), entre nosotros creamos un vínculo de amistad. Entonces, si conversamos de la paz, vamos a comenzar a crear paz. Ese fue el objetivo del programa presidencial.
Nuestra apuesta fue comenzar una conversación de paz a la cual se fueran uniendo más y más colombianos: jóvenes, víctimas, militares, políticos, gremios, grupos sociales, entre muchos otros, para hacer, literalmente, la conversación más grande del mundo. De ahí surgieron el nombre y la inspiración para comenzar a desarrollarla. Y el programa sembró la idea de que conversar es un elemento transformador.

Nuestra apuesta fue comenzar una conversación de paz a la cual se fueran uniendo más y más colombianos: jóvenes, víctimas, militares, políticos, gremios, grupos sociales, entre muchos otros.

Con la firma e implementación del acuerdo de paz con las Farc, no termina ‘La conversación más grande del mundo’. Yo, incluso, diría que apenas comienza. Por un lado, seguimos conversando de paz con el Eln, y la experiencia pedagógica de estos casi 3 años tiene que servir para abrirle paso a un nuevo acuerdo en la mente de los colombianos.
Pero también es clave que la conversación pueda convertirse en una herramienta de política pública dentro del marco educativo y liderado por los ministerios del Posconflicto y de Educación.
Hay que generar una cultura de paz que cuente con la conversación como una de sus herramientas fundamentales. Esto es un proceso a largo plazo, y se necesita un compromiso del Estado para definir la naturaleza del modelo de sociedad que queremos. Al final, es un proceso de cambio cultural. Hay que hacer una educación para la paz que parta de la enseñanza de las emociones, de educar en el respeto por el otro, de formar para la convivencia y las diferencias. Y todo eso se puede solucionar usando el poder de la conversación.
Esta iniciativa tiene que trascender los gobiernos, porque implica un cambio cultural. Y tiene que tener el apoyo de los ciudadanos y los maestros, claves para garantizar la transformación a largo plazo.
De nosotros depende que evolucionemos como sociedad hacia conversaciones más productivas e inspiradoras. Dejemos de conversarnos en nuestra malicia, nuestro egoísmo, nuestras colombianadas y nuestro mal entendido realismo mágico. Y sigamos conversándonos en tono de paz, de respeto, de logros colectivos y de solidaridad.
En 1932, Sigmund Freud le contestó a Einstein una famosa carta en la que el físico le preguntaba: “¿Por qué la guerra?”. Freud concluyó en su respuesta: todo lo que impulse la evolución cultural obra contra la guerra. Y la conversación, realizada de manera consciente, respetuosa y organizada, promueve, sin duda, nuestra evolución cultural.
MARÍA ALEJANDRA VILLAMIZAR
* Directora del programa presidencial ‘La conversación más grande del mundo’. Miembro de la Comisión Negociadora con el Eln
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción