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Magistrados, devuélvannos a Isagén

Debe hacerse todo lo necesario para recuperar la empresa. Colombia lo agradecerá.

Me uno al compromiso periodístico de pedirles a las altas cortes y tribunales que no permitan la venta de Isagén. Por eso titulo esta columna de la misma manera que lo harán mis colegas que en muchos medios de comunicación se han comprometido con la defensa de este patrimonio de la nación. Es un llamado respetuoso a la ética y a la cordura, con la certeza de que vivimos un momento histórico y con la esperanza puesta en la sensatez de la justicia, en la cual todavía podemos tener fe porque hay muchos que la ejercen con honradez. A ellos apelo, porque aún creo.
Señores magistrados, Isagén nos unió en medio de la profunda división conceptual que nos cruza. Isagén y la propuesta –hoy tristemente hecha realidad– de que el Estado vendería sus acciones en la empresa a intereses particulares, sacó a flote toda la madurez que ha logrado la opinión pública nacional, toda la conciencia que se ha creado en torno a la coyuntura ambiental mundial y local, y todo el rechazo que nos merece una clase política corrupta que ha ido vendiendo nuestros recursos naturales a extranjeros que se lo llevan todo y solo dejan tierra arrasada y un pueblo más pobre, muriendo de hambre y de sed.
Isagén puso en blanco y negro lo que es nuestro país hoy: una nación que no es digna de tanta mezquindad de sus gobernantes y que, pese a todo, no quiere perder la esperanza. Magistrados, devuélvannos a Isagén, devuélvannos la fe.
Escribo desde Medellín (Antioquia), a pocos minutos de la sede de esta empresa que era nuestra, como lo eran las 14.000 hectáreas de aguas, bosques y riquezas naturales que un gobierno que no merecemos nos acaba de quitar, para entregarlo a la empresa canadiense Brookfield, llenando no solo sus bolsillos sino los de unos muchos dirigentes nuestros que se siguen haciendo multimillonarios por encima de cualquier principio. El 13 de enero del 2016, cuando fue vendida Isagén, fue un día triste y amargo. Quizás no me lo crean pero en mi ciudad –quizás en otras ciudades también, seguro que sí– se sintió ese día y se siente hoy un ambiente lúgubre, pesado y de impotencia, como ocurre cuando se pierde algo muy querido, como cuando uno le pregunta a la vida ¿por qué?, y no hay respuesta.
Tengo en mis manos una cartilla que se titula ‘La importancia de Isagén para el país’. No fue escrita ayer; es parte de un esfuerzo de muchos años de personas conscientes, de funcionarios de la empresa, de expertos en temas estratégicos, que llevan dos décadas defendiendo este patrimonio de la nación. Allí se dice que Isagén es una empresa de capacidad técnica excelente, bien administrada, con bases sólidas y crecimiento sostenido. Allí se expresa que en los predios de las centrales se trabaja en la protección y conservación de cerca de 14 mil hectáreas boscosas. En el último año mucho más que esto se ha dicho en interminables debates sobre por qué no se debía vender a Isagén. Pero este gobierno, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y su ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, despreció los argumentos de toda índole y nos dio la bofetada a todos, incluso a los congresistas que quisieron estar a la altura del momento.
Ahora los mismos señores que compraron las acciones del Estado en Isagén vienen por las acciones de EPM en la empresa. Elegimos un alcalde independiente en el que creo; esperamos todos que se dé un debate diferente al que se está dando sobre el tema. El asunto no es solo de dinero. Los antioqueños rodeamos a EPM porque representa una buena administración de nuestros recursos y un buen servicio; porque es de todos y hemos luchado por más de cincuenta años por consolidar este que es nuestro más querido patrimonio. Pregúntenos, alcalde Federico Gutiérrez, si queremos que EPM venda las acciones de Isagén. No más falacias ni medias verdades. ¡Cuánta plata se estará ofreciendo ahora en el Concejo, cuántas llamadas, cuántas presiones, para que se siga vendiendo poco a poco lo nuestro! No hay que vender las acciones de EPM en Isagén; hay que comprar más acciones de Isagén.
A nivel nacional debe hacerse todo lo necesario para recuperar la empresa. Su venta debe ser para el Congreso de la República y para los concejos municipales una alerta: hay que legislar ya para detener la venta de nuestros recursos naturales, lo único cierto que nos queda en este siglo, donde muchos millones de personas morirán de hambre y sed. No es el fenómeno de El Niño lo que nos está secando los ríos; es que estamos ante un escenario de cambio climático irreversible. Ante esto, no es la falta de lluvia lo que secará los grifos de nuestros hogares; es la avaricia y el mal gobierno.
Señores magistrados, devuélvannos a Isagén, por favor. Tienen todos los argumentos. Empezando porque aquella supuesta subasta fue una farsa. Colombia hoy y en el futuro sabrá agradecerles y la historia sabrá honrar su memoria.
Sonia Gómez Gómez
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