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Macri y las lentejas

Irónicamente, postura del Gobierno argentino en la OEA coincide con posición de la dictadura cubana.

¡Qué poco le duró su convicción democrática al presidente argentino Mauricio Macri! En noviembre del año pasado, en medio de su campaña presidencial y con la clara intención de diferenciarse de Cristina Kirchner, la expresidenta amiga de “Huguito”, como llamaba a Hugo Chávez, y de Nicolás Maduro, el delfín de Chávez, Macri anunció su intención de promover una moción para que los países de Mercosur reclamaran la aplicación de la Carta Democrática al gobierno chavista de Venezuela si no se liberaba a Leopoldo López de inmediato.
“Lo tenemos muy claro –dijo Macri entonces–, Maduro debe respetar las libertades”. Hoy, López continúa injustamente encarcelado, y la claridad de pensamiento del Gobierno argentino se ha hundido en el lodazal del oportunismo por un poco más que el plato de lentejas por el que Esaú vendió su primogenitura a su hermano Jacob.
La semana pasada, cuando el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, pidió a los países miembros de la OEA que se activara la Carta Democrática Interamericana para Venezuela por considerar que la crisis institucional que se vive en ese país exige cambios inmediatos en las acciones del Poder Ejecutivo, Argentina frenó la iniciativa de Almagro que promueve una vergonzosa declaración, lamentablemente secundada por México, Estados Unidos y otros países, que exhorta al “diálogo” entre Gobierno y oposición. Contradiciendo lo dicho por el Macri candidato, hoy la canciller argentina, Susana Malcorra, quiere convencernos de que discutir “la cuestión fuera de Venezuela, en alguna organización, no lo vemos... solo desde dentro, y con la participación intensa de todas las organizaciones de un país se puede salir de ese nivel de crisis”.
La propuesta de Malcorra de un diálogo no aporta nada nuevo al debate y favorece descaradamente a Maduro porque le permite ganar tiempo para desactivar el referéndum revocatorio este año. Lo que en realidad el Gobierno argentino y Malcorra quieren es asegurar su candidatura a la secretaría general de las Naciones Unidas, contando con el voto de los países latinoamericanos, que, escudados en la autodeterminación de los pueblos, le niegan al pueblo venezolano su derecho a la autodeterminación.
La propuesta de Almagro es reconocer el derecho del pueblo venezolano a votar para decidir su futuro; sacar de la cárcel a líderes como Leopoldo López, encarcelado mediante un juicio que ha sido descrito por Human Rights Watch y Amnistía Internacional como “una farsa”, y exigirle a Maduro y al Poder Judicial que cesen su hostigamiento a la Asamblea y desistan de su amenaza de acusarla ante el Tribunal Supremo del delito de traición a la patria por solicitar a la OEA que aplique la Carta Democrática. Aunque nunca se ha invocado la Carta Democrática sin el consentimiento expreso del gobierno legítimo del país afectado, Almagro no ha procedido con ligereza, sino basado en el artículo 20 de la Carta, que le otorga al Secretario General la potestad para hacerlo. En tan solo un año de labores al frente de la Organización, Almagro merece ser reconocido como un denodado defensor de los derechos humanos y de los valores democráticos en el hemisferio.
Irónicamente, la postura del conservador Gobierno argentino en la OEA ha coincidido con la posición de la dictadura cubana. La semana pasada, durante la celebración de una reunión de los países caribeños en La Habana, Raúl Castro reiteró su repudio a la democracia y su apego al Gobierno venezolano, un gobierno autocrático que cada día se parece más a la dictadura cubana. Una coincidencia que debería llenar de vergüenza a un país como Argentina, que más de una vez ha padecido dictaduras y hoy justamente se precia de vivir en democracia.
SERGIO MUÑOZ BATA
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