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Las Farc y sus astronómicas exigencias

Gral. Álvaro Valencia Tovar
Al reanudar los diálogos en La Habana, los jerarcas de las Farc llegan al colmo de la desvergüenza y el cinismo. Como lo comentamos en columna precedente, comienzan por la incorporación del Eln a su delegación en La Habana como componente separado, lo que obligaría a doble concesión de privilegios y gabelas reclamados para ellos, pero reservándose la dirección del proceso.
El día en que presentan la insólita exigencia, una de sus cuadrillas masacra a 10 soldados de un pequeño grupo que prestaba protección a la empresa constructora de una obra de infraestructura en una región de La Guajira que se hallaba en paz y en momentos en que el reducido grupo militar pasaba al reposo después de un día de intensa labor.
La pregunta es por qué actúan así. Todo haría pensar que el prolongado receso del Eln obedece a debilidad estructural en espera de resultados en La Habana, bien para usufructuar concesiones favorables del Gobierno, bien para ver de proseguir la lucha armada sin posibilidad alguna de victoria, pero tampoco de alcanzar el poder por medio de la violencia. Su única alternativa es la paz.
En cuanto a las Farc, el receso temporal parece haber excitado la imaginación y espoleado las exigencias para llevar al éxito sus intenciones protervas. El Estado deberá proveer al movimiento de medios de comunicación con el fin de informar al pueblo colombiano y a sus combatientes dispersos por la brava y empinada geografía de Colombia los resultados del proceso de paz.
En otras palabras, lo que por sus propios esfuerzos poseen los partidos democráticos o pueden obtener de sus seguidores, a quienes han disputado el Estado de derecho “por la combinación de todos los medios de lucha”, se les concedía graciosamente.
El doble juego, que les es propio, no debe inducir a error. Si el Gobierno llega a aceptar este despropósito oculto tras la inocente apariencia de colaboración con el proceso de paz, se prestaría inocentemente a que esos instrumentos de la guerra sicológica divulgaran, amparados por la libertad de expresión pero con las distorsiones y falacias de su dialéctica habitual, un cuadro entre desfigurado y acomodaticio. Los jerarcas farcianos en La Habana buscan empecinadamente la creación de reservas campesinas sin presencia armada de las dos partes, con lo cual persiguen situarse en un plano de igualdad con el Gobierno Nacional y así arrebatarle al Estado colombiano la exclusividad constitucional en la posesión y el empleo de la Fuerza Pública.
En este caso, debe evitarse la intervención no pedida de entidades y organizaciones no gubernamentales de derechos humanos distintas a las que han venido colaborando en el proceso desde sus comienzos o de personas nacionales o extranjeras que pueden estar a la caza de réditos políticos o de promoción personal. Por lo general, este tipo de personajes resulta proclive a la insurgencia, a la cual están más cercanos que al Estado de derecho.
En el punto en que se hallan las conversaciones de paz, interesa sobremanera el manejo de la información pública, en lo cual los voceros de las Farc demuestran notable habilidad y absoluto menosprecio de la verdad y la ética. Conocedores de la fragilidad de una opinión voluble y cambiante, han logrado sembrar cierto escepticismo y no poco desconcierto, como se puede evidenciar en algunos columnistas y comentarios, incluyendo a quienes escriben cartas a la dirección de diarios y revistas.
Más que nunca, debemos rodear al Gobierno y mantener viva la fe en nuestra capacidad colectiva para hacer de la paz una realidad de la cual pende el destino de Colombia y el de su democracia.
Gral. Álvaro Valencia Tovar
alvatov2@yahoo.com
Gral. Álvaro Valencia Tovar
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