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Yo chuzo, tú chuzas, ellos chuzan

Luis Noé Ochoa
Otra semana de escándalo. No hablo de la fuga de ‘Cesarín’, capo de la ‘oficina de Envigado’, condenado a 20 años, pero al que un juez le dio caserín o caserón por cárcel, en Puerto López, parece que porque le dio pesarín. Pero tranquilos, no hay que ser negativos, él no demora. Seguramente salió a comprar un kilo de azúcar y se perdió. Y si no, que acusen al juez por cargos de conciencia, porque fue “humanitario”. Tan divino, dicen las señoras.
Pero el escándalo de turno es por esa especie de orgía nacional de las ‘chuzadas’, donde nosotros ‘chuzamos’, vosotros ‘chuzáis’, ellos ‘chuzan’. Y ellas, felices.
Tampoco hay que extrañarse demasiado. La privacidad es sagrada. Un derecho humano. Pero con esta modernidad todo se oye. Tanto que las chismosas están en vías de extinción. La gente no se cuida: chatea, tuitea, ‘feisbuquea’, se manda correos, habla a voz en cuello y uno se entera de dónde vienen, con quién estuvieron, qué comieron, que no alcanza la quincena, que fue un embarazo no deseado por un deseo no controlado. Todo se sabe. Ahora hay micrófonos y cámaras en todas partes. Muchos rezan mentalmente, no sea que Dios esté intervenido. Pero los Estados quieren y necesitan saber más. Por eso las interceptaciones legales son cosa normal. Los países tienen sus agencias de inteligencia. Estados Unidos, el gran hermano orejón, escucha al mundo entero.
Lo malo es cuando se hace ilegal. Lo que pasó en el barrio Galerías de Bogotá tiene al Gobierno atando cabos, investigando coroneles y suspendiendo generales, incluido uno de los cerebros de la operación Jaque. Este fue un éxito histórico de lo que es la inteligencia bien usada. Fue una operación “perfecta” dijo Íngrid. Lo fue.
Esta vez era una fachada legal, con agentes encubiertos. En cubiertos y en bandeja, pues se trataba del restaurante Andrómeda, donde los platos del día eran chuzo caliente, lengua en salsa, caldo de ojo y arroz cubano. Y ese es el pelo en la sopa, pues dicen que se estaba vigilando a los negociadores del Gobierno en La Habana, o sea a los amigos, tal vez para ver si allá el plato fuerte era caldo de pajarilla… ¿Y a los del otro lado de la mesa no?
Sin duda, la receta tiene el aderezo amargo de que está de por medio el tema más importante en los últimos años, como son las conversaciones de paz. Algunos dirán que de pronto le cae ají a la confianza, que es la salsa en la que se cocina el proceso, y que se puede avinagrar el palomo. No. Esto va a fuego lento y el plato de la reconciliación lo probaremos todos.
Pero vienen acusaciones y conjeturas inevitables. Que Santos no sabía, que no es como Uribe, que todo lo sabía. Bueno, recordemos que tuvieron que acabar el DAS, porque había muchas chuza-DAS. Y por eso está fuera del país María del Chuzar Hurtado, pues, aparte de periodistas y opositores, hasta a los de la Corte Suprema de Justicia les querían quemar la lengua, ya que a la señora del los tintos le dijeron que no importaba un cubo que grabara a la sala plena y le metieron micrófono en la cofia, hasta que la “cofieron”. Así que de este plato han probado todos los gobiernos.
Claro, todo lo ilegal sabe mal con dulce o con sal, y lo que debemos saber es para quién se preparaba el cocinado y quién le estaba echando fuego. Que se ponga la verdad sobre la mesa y punto.
Pero a la inteligencia nacional no hay que echarle agua hirviendo. Es indispensable para la seguridad del Estado. Se necesita una agencia de seguridad visible, no vergonzante y bien manejada. Y si los generales suspendidos no se pusieron el delantal, pues que les devuelvan su honor. Porque las dudas son una mancha en el uniforme.
luioch@eltiempo.com.co
Luis Noé Ochoa
Luis Noé Ochoa
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