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Qué vergüenza

Se necesita revertir el marcador y que ganen los honestos.

Luis Noé Ochoa
Ganó Duque, y perdió Colombia. No se asusten, que no estoy en ‘resistencia’, como se dice ahora. Es que así fue: ganó sólido Iván Duque, y Petro quedó para el otro mundial. Presidente electo: “Suerte es que le deseo, papá”, como dicen los paisas, y siga en el tono del discurso conciliador del triunfo, sin polarizaciones, y que no nos demos en la JEP.
Y en el debut en Rusia perdió Colombia en la cancha y en las tribunas. A la colombiana: de entrada. Y a remar aguas arriba, a rezar, a cruzar los dedos, pero, como no todos los días caza el Tigre, no se pudo. O sea, de aquello nada. Una hermosa nipona, a quien yo le decía mi sol naciente, me dijo que ‘de aquello nada’ en japonés es ‘nanai kuka’. Se perdió, y, como ya nos habíamos comido las uñas, nos tocó almorzar sushi ahumado.
Perdimos, como perdió Alemania, como perdió Argentina y sufre Brasil. Pero tal vez no nos hemos dado cuenta de que hemos perdido mucho más como sociedad. Se acabaron el respeto a las leyes y la cultura ciudadana. Mientras los hinchas de Japón limpiaban las graderías, los colombianos la ‘kaguanaka’, que en japonés es la embarraban, y dejaban el mismo basurero que se deja en nuestros estadios. Nani ga haji, o sea, qué vergüenza, en la lengua nipona.
Es arriesgado decir que el comportamiento de los hinchas de camiseta y corazón colombianos que entraron licor al estadio en unos binoculares para engañar la seguridad rusa son muestra de nuestra ‘indiosincrasia’ y nuestra identidad cultural. O que esta se refleje en el tipo que se aprovechó de la ignorancia del español de unas inocentes hinchas de Japón para hacer que se autoinsultaran. Nani ga haji. Fue además una orokana –es decir, una estupidez– que les salió ‘orokara’. Parece que no podrán volver a entrar a los estadios. Y uno de ellos, a la empresa. No nos alegremos, pues hoy en día conseguir un buen trabajo es a veces más difícil que ganarse el Mundial. Pero que sea una lección general.

Perdimos, como perdió Alemania, como perdió Argentina y sufre Brasil. Pero tal vez no nos hemos dado cuenta de que hemos perdido mucho más como sociedad.

No somos todos así, pero aquí cada vez más se impone la cultura de la trampa, el estilo de ser el avispado, el que viola la norma, el vivo, cada quien quiere hacer su gol olímpico.
Por eso se parquea donde está prohibido, no se respeta una fila, el colado sonríe, desafía y agrede; se falsifica hasta un avemaría; se destruyen parques, como el Bicentenario por los vándalos de Millos, se compran conciencias y votos al por mayor y al detal –adelante, señor Fiscal, usted es nuestro ‘10’–, se compran y se venden magistrados; hay carteles de todo, hasta de los intelectuales, donde ya corrompen a los pilos. Todo porque “somos muy vivos”. O, tristemente, ¡corruptos! Nani ga haji.
Repito, no todos, pero “cada vez se ve más general”, como decía la mamá de un coronel. Ojo, presidente Duque. Ahí está tal vez uno de sus mayores retos. En cuatro años no se cambia esta sociedad, pero hay que fomentar la cultura de lo legal, de que lo público es sagrado. Se necesita revertir el marcador y que ganen los honestos. Por eso, la alineación es clave. Estamos en espera de sus titulares; recuerde que no le suele ir bien al estratega que se deja imponer jugadores. Escójalos sin presión, sin cálculos ni compromisos políticos, sino por méritos. Solo así se ganan los partidos y se van aplaudidos los técnicos. Si no: nani ga haji.
Y, profesor Pékerman y querida Selección: necesitamos llorar, pero de alegría. Vamos a ganarle mañana a Polonia. Que salga el equipo titular, ojalá con Mateus Uribe, profe, con convicción y alegría. Casi 50 millones estamos aquí, con fe, empujando hasta herniarnos si toca. Creo que el marcador va a ser 2-0. Porque los colombianos tenemos defectos, pero también virtudes, coraje, garra y sabemos sobreponernos.
Vamos por el triunfo, Colombia.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com.co
Luis Noé Ochoa
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