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En la banca del olvido

Duele saber que en la calle hay centenares de viejos solos y enfermos abandonados por sus familias.

Luis Noé Ochoa
De entrada hay que repudiar a quienes pusieron la bomba en el centro Andino. Que fue contra la gente, contra las mujeres, contra la paz. Toda mi solidaridad con las víctimas y sus familias. Y, claro, hay que rechazar la actitud baja de quienes quisieron meterle política al dolor. Su odio es otra onda expansiva que nos hiere a todos. Son inhumanos.
Y hablando de inhumanidad, sigamos hoy con la situación de la tercera edad, un tema que se estaba volviendo viejo. ¿Cuándo se es viejo? Hay cientos de síntomas. En los hombres, que les comiencen a gustar más las viejitas, así tengan ya 35 años; cuando la EPS prepagada les aumenta el 30 por ciento cada año. O, entre políticos, cuando a algún mesías le da por irse a hablar pestes del país en el exterior, sin importar el daño a su pueblo; o cuando se inventa ‘wasapos’ y dice que se los enviaron, pero fue él mismo quien se los mandó. Viejas mañas.
Otro de los síntomas de vejez es cuando uno comienza a decir ‘si la memoria no me falla...’. Pues casi para el Día de la Madre, ‘si la memoria no me falla’, hubo una noticia de esas que le arrugan a uno el alma. Vimos el caso de Ligia Elvira Flórez, de 77 años, quien llegó al aeropuerto El Dorado procedente de México, sola, en silla de ruedas, enferma de párkinson. Traía de regalo sonrisas y abrazos, pero nadie se los fue a recibir.

¿Qué nos pasa como sociedad?No somos capaces de proteger a los niños, ni a las mujeres ni tampoco a los mayores

Ella era una más de las personas a las que deja el avión del amor filial; le dolía todo, en especial el alma. Dicen que su hijo adorado la envió con un papelito con dos números de teléfonos de familiares en Bogotá y 2.000 pesos de viáticos para taxis, hotel, alimentación y futuro, imagina uno. Pues sus familiares dijeron que no la podían recibir.
‘Si la memoria no me falla’, según dijo la Secretaría de Integración Social, en Bogotá a diario dos personas mayores son abandonadas. A veces los llevan a cita médica, y los familiares salen a comprar una manzana que se vuelve fruto de guayabo, pues no regresan. O los sacan a darles una vuelta al parque y los sientan en la banca del olvido.
Duele saber que hay centenares de viejos solos, enfermos, con dolor en el pecho, haciendo fila para los centros de protección del Distrito. Y así en todas las capitales. Y cuatro de cada diez sufren depresión.
Hay que ser gratos con los viejos. Justos, al menos. Por ejemplo, el Estado les tiene embolatada la rebaja en salud del 12 al 4 por ciento a los pensionados, que porque no hay plata. ¿Que los viejos son los que van más al médico? Pero ¿no aportaron toda su vida? ¿Y qué pasa con la evasión y la corrupción? Yo sé que Santos quiere cumplir. Mire, Presidente, de dónde. Si va a poder cumplir con la paz, que nadie pudo, ni Uribe –y eso se lo reconocerá la historia–, los pensionados le harán estatua.
Los viejos están sufriendo. Como la crueldad no tiene límite, muchos les dan en la cara, mariquis, como dicen las muchachas. ‘Si la memoria no me falla’, hacía tránsito un proyecto de ley que penalizaba el abandono de los adultos mayores, pero no pasó porque iba en silla de ruedas y no da votos.
¿Qué nos pasa como sociedad? ¿La larga violencia nos volvió insensibles? No somos capaces de proteger a los niños, ni a las mujeres ni tampoco a los mayores. Y lo grave es que, según la Misión Colombia Envejece, solo en Bogotá, para el 2050 la población viejita será el 27 por ciento, jóvenes.
Ayer vi a un niño argentino que se salió de la fila del colegio para llevarle su lonche a un anciano. Dijeron que un día será ministro de Hacienda. Es urgente que trabajemos en valores, en bondad. Que se fortalezca la familia, pues de ahí parte una mejor sociedad. Feliz puente. Y lleven de paseo a los abuelos, no los dejen encerrados, que para los viejos la soledad es como el coco para los niños.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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