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El legado de Santos

Es hora de ser justos con el presidente saliente. Este será un gobierno reconocido por la historia.

Luis Noé Ochoa
Todo viene y todo se va. Pasó el Mundial, y por un penalti que pegó en el travesaño y nos cayó como una patada en el palo no llegamos a octavos. Que siga Pékerman. Pasaron las vacaciones, el Tour de Francia va prácticamente a medio camino. Le quedan casi los mismos días que al gobierno de Santos. Para el ciclismo nacional surge como grata revelación Egan Bernal, el nuevo ‘Zipa’, de solo 21 años. Él hará historia, como la hizo el pasista Santos. O mejor, el pacifista Santos. Calma, uribistas, no insulten.
A propósito, me causó nostalgia que la escultura La paloma de la paz, donada al Gobierno por Fernando Botero, haya sido trasladada de la Casa de Nariño al Museo Nacional. Allí estará bien, y creo que así lo quiso el maestro, pero no quiero pensar que la paz sea pieza de museo. ¿No será que el presidente electo, si no quiere ser un despalomado, la pide de regreso a Palacio? ¿O le cae gorda? Debería, pues, a fin de cuentas, la paz es una valiosa herencia que recibe.
Y ya que de paz y fin del gobierno hablamos, es hora de ser justos con Santos. Este será un gobierno reconocido por la historia. Lejos, mejor que el de Uribe, con muchas obras, menos muertes y, en cambio, sí miles de vidas salvadas. En estos días estuve en misa, y vi a un sacerdote moderno, no obstante su estampa parecida a la de Moisés, utilizando tablet en lugar de libros sagrados; pensaba en que ni Dios en su infinita sabiduría imaginó las tablets de la ley, y que a lo mejor se pudiera uno confesar vía internet.
Pero, bueno, en misa se dice lo que dirá Santos este 7 de agosto: “La paz os dejo, mi paz os doy”. Entregar el mando con más de 7.000 guerrilleros desarmados, más de 8.000 armas modernas desactivadas, con un sistema de justicia especial para juzgarlos, para que reparen y cuenten la verdad aquí, no para que se vayan a guardar silencio en Estados Unidos, no es cualquier lagaña de mico. Es un hecho histórico. Calma, uribistas.
Claro que hubo fallas en la implementación, el Estado se colgó en la logística, pero no le quita semejante mérito de traer a la democracia a una guerrilla de más de 50 años, con los sapos que hubo que tragar, oír. Y es una noticia maravillosa que, hasta abril, iban ya 225 municipios declarados libres de minas antipersonas, que han dejado más de 11.500 víctimas. Esto es también producto del acuerdo de paz. Así como las más de 5.000 vidas salvadas.
Deja Santos una infraestructura que todos los días le reconocen los viajeros: 1.400 kilómetros de calzadas 4G, 2.700 kilómetros de carreteras, 75 terminales portuarios mejorados y 91 aeropuertos, mejorados también, como lo describió en este diario Jaime Escobar Peláez.
Y qué tal el programa Ser Pilo Paga. Una bendición, como le dije al cura de la tablet: 40.000 estudiantes de bajos estratos, cuya mayor carrera era la de su peinado, estudian en las mejores universidades; 40.000 sueños cumplidos.
Y haber entregado 475.000 viviendas gratis para aquellos que solo tenían casa en el aire es otro hecho que merece un Nobel. Y mil cosas más: 30 páramos protegidos, dejar al país como miembro de la Ocde y con reconocimiento internacional. Y, claro, no podía ser perfecto. Crecieron los cultivos de coca. Pero 68.000 familias cocaleras se han acogido al plan de sustitución de cultivos. Y Washington se comprometió a mantener el programa de ayuda por los próximos 5 años.
Lo que pasa es que este es un negocio transnacional que mueve mucho dinero y corrompe conciencias. Es aquí donde debe trabajar el presidente Duque. Debe seguir la lucha sin cuartel contra las disidencias, las bandas, los carteles y la corrupción. Y recuperar el campo para que sea rentable. Con paz, el campo tiene que ser productivo, próspero, tecnificado, con campesinos capacitados. No puede ser que el único que pueda comer gallina sea el gallo. Por ahora, están bien los nombramientos. Menos los de madre a esta columna.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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