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¿Día de los niños?

¿Cómo pasarán la Navidad los corruptos? ¿Serán felices regalándoles a los suyos cosas suntuarias, sabiendo que por su delito en humildes hogares hay dolor y luto?

Luis Noé Ochoa
Hoy celebramos el nacimiento del Niño Jesús en Belén. A millones de pesebres llega el divino infante, dicha del cristiano. Y de millones de árboles cae una cosecha de regalos.
El árbol es un milenario adorno, una tradición que echó raíces en los años 680, cuando San Bonifacio, que era un hacha, tumbó uno y en su lugar plantó un pino, que simboliza el amor de Dios. Este santo le puso manzanas que simbolizaban a Eva, y velas, que no simbolizaban a Adán, sino la luz para el mundo.
Esta debería ser la fiesta de los niños. Que han ido dejando esa bella tradición de escribirle una cartica de puño y letra patoja para pedirle al Niño Dios un carrito, un camión de halar con cabuya; o ellas, una muñeca enfermera; o, en el campo, unas alpargatas nuevas de colores. O nada, pues el Niño Dios del campo a veces no sabía leer.
Hoy, el Niño debe ver el correo electrónico o el WhatsApp. Y encontrará que se le pide el iPhone 7, una tablet, el último juego de Xbox o ps4, bien sea un Fifa 17 o un Battlefield 1, que puede compartir hasta con otras 60 personas escenarios de guerra. Y ojalá todas las guerras fueran de “mentiritas”. Incluso, el Niño encontrará que grandes y pequeños le piden gafas de realidad virtual... como si no fuera suficiente la triste realidad en la que vivimos.
Porque el mundo está lleno de guerras, y los niños son víctimas. Miremos a Siria, más cerca del pesebre de san José, donde hay una humanidad realmente agobiada y doliente. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en cinco años de guerra van 312.000 muertos. De ellos, 16.000 niños. Y millones van por el mundo, solos, huérfanos. ¡Oh, divino infante, ve para ayudarlos!
¿Y aquí? Es inevitable pensar en Yuliana Samboní, la niña indígena de Chapinero Alto, quien seguramente dejó la carta hecha, pero fue raptada, vejada y asesinada por un Herodes orate, que nombrar no quiero, quien seguramente tuvo todo en Navidades, pero tal vez le faltó Dios y se le metió el diablo. Y arruinó la vida a la familia de Yuliana, y tal vez la suya misma. Mi regalo, envuelto en fe, Yuliana, angelito mártir, es la oración de hoy.
Y por otros niños, pues aquí cada día 122 menores son víctimas de abuso sexual. Y los estamos matando de hambre. Este año, en La Guajira, murieron 65 niños por desnutrición, mientras allí se perdieron 16.792 millones de pesos que iban para desayuno y almuerzo de ellos en las escuelas, pero se fueron para la cena de los corruptos. Qué vergüenza, qué ira. Los malandros este año se robaron 62.488 millones en 24 departamentos, que eran riego santo para los niños.
¿Cómo pasarán la Navidad los corruptos? ¿Serán felices regalándoles a los suyos cosas suntuarias, sabiendo, en su sucia conciencia, que por su delito en humildes hogares hay dolor y luto? ¿A esos corruptos no les sabrá el pavo a chulo? Ojalá. Y que el Fiscal siga por el camino iluminado.
No quería amargarles la Navidad, queridos lectores. Sí deseársela feliz, a pesar de la reforma tributaria, que parece clavó a los de clase media baja y rota; que puso el IVA en el 19 por ciento, pero la gran noticia es que las toallas higiénicas tendrán IVA solo del 5 por ciento, pues el Gobierno protege la zona franca. Como ven, sé más de toallas que de economía. Solo sé que dicen que es dolorosa pero necesaria. Y que el Gobierno, más pobre que san José, se debe apretar el cinturón.
Y como personas buenas hay millones, quiero invitarlos a la generosidad. Será bello e inolvidable ir a llevar algo, ni siquiera costoso, a los niños que no le pudieron enviar la carta al Niño Dio, pues no tienen ni lápiz. Ahí está el detalle.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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