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Asaltantes de loncheras

Que haya justicia. Que no les quiten el pan a 8 millones de niños. Un crimen de lesa humanidad.

Luis Noé Ochoa
Qué miércoles. Y no estoy calificando a nadie, porque algunos lectores viven prevenidos; me refiero al día miércoles de esta semana. Dos noticias paradójicas publicó este diario. Una, con base en la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, sobre la alarma en el país por el aumento de sobrepeso. Decía que más del 56 por ciento de los adultos y el 24,4 de los niños de entre 5 y 12 años sufren de obesidad.
También, que la desnutrición crónica en la primera infancia se ubica en el 10 por ciento. O sea, ni tete ni teta, que más del 7 por ciento de los niños entre los 5 y los 12 años tienen retrasos de talla. Esto se resume en desnutrición aguda y en que no se logra la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Y se decía, así mismo, que la meta de amamantamiento exclusivo es de 50 por ciento, y el resultado nacional es del 36 por ciento.
Y debajo, la otra noticia sobre el saqueo del Programa de Alimentación Escolar (PAE). Pa’ enriquecerse unos pocos. Porque, de nuevo, otros sí cumplen sobrados la meta de amamantamiento de la teta de mamá Colombia y con sus objetivos de llevarse los millones. La Contraloría denunció que sigue la vena rota en sobrecostos en estos contratos con la plata para los niños desnutridos, mientras seguramente los ladrones están en ‘sobrepesos’, con cuentas gordas, comen balanceado, queman calorías en los gimnasios, queman facturas, queman políticos. Y los menores más pobres, ¡mamando!, desnutridos, no dan la talla. Bueno, tampoco dan la talla los entes de control, aunque vale exaltar que la Contraloría viene destapando las loncheras de los pillos.

No es posible que se nos diga nuevamente que se perdieron, como por arte de mafia, otros 33.000 millones de pesos que eran para alimentar a niños pobres.

Pero esto no es nuevo. En los últimos años, creo que por estas mismas fechas, cuando ya viene el mes de parranda y animación, se nos cuenta que se hacen chanchullos, muchos pilluelos se dan contratos por amistad; y los entes que controlan y la justicia ni oyen ni ven. Me salió en villancico. Tutaina, tuturumaina, sigue la misma vaina.
Es que no es posible que se nos diga nuevamente que se perdieron, como por arte de mafia, otros 33.000 millones de pesos que eran para alimentar a niños pobres en Bolívar, Chocó, Amazonas o Magdalena, donde la tumbada es buena.
Los detalles producen gastritis. En Cartagena, por ejemplo, dice la Contraloría, un contratista cobraba las pechugas a 40.000 pesos cada una. Se sabe que hay pechugas caras, pero las de pollo no tienen silicona. Y además, para completar la desplumada, dizque 246 millones de raciones no fueron entregadas. Es decir, se hicieron los pechugones. En Santander, según el Fiscal, cobraron tamales a 30.000 pesos. Ni porque salieran con culona. Cómo pueden tener corazón de pollo para actuar así. Eso está mal.
En otro contrato, en Magdalena, los niños dejaron de recibir $ 4,9 millones de suplementos alimenticios y les debían dar leche entera, pero les daban lactosuero. Y otros cobraban los huevos a 900 pesos, porque eran de gallina soltera o extraídos por cesárea, dirán. Tienen huevo.
Bien por la Contraloría. Pero no podemos seguir llorando sobre la leche no entregada, o sobre la tumbada. Que haya justicia. Que los pícaros vayan a la cárcel privados del huevito y sin volver a ver una pechuga, y que les den lactosuero y media papa, como daban unos. Pero, sobre todo, que haya responsabilidades políticas, que se cambie el sistema de contratación, que los padres y profesores sean veedores. Se trata de no dejar que les quiten el pan de la boca a 8 millones de niños. Un crimen de lesa humanidad.
Estamos celebrando un año de la firma de la paz, gracias a Dios. A ver si el año entrante podemos celebrar un año de que no se roben las loncheras.
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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