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Los votos del campo

El triunfo del 'no' en Bolivia se convierte en un hito importante para todo el continente.

Eduardo Posada Carbó
“Es cierto que el voto urbano es mayoritario, pero el voto del campo hace cambiar los resultados”. Así se expresó Evo Morales, esperanzado aún de que el referendo que le permitiría una reelección presidencial más en Bolivia le fuese favorable. Lo dijo 48 horas después de la votación, en un lento escrutinio, tras contabilizadas más del 80 % de las mesas que ratificaban las proyecciones iniciales del triunfo del ‘no’.
Al momento de escribir estas líneas, las autoridades electorales han anunciado que el 99,7 % de los escrutinios le dan el 51,3 % al ‘no’, frente al 48,7 % del ‘sí’. Pero Morales sigue sin pronunciarse sobre el veredicto, aferrado quizás a la posibilidad de que los “votos del campo cambien los resultados”.
La frase parece calcada del anecdotario histórico del fraude electoral donde los registros de los distantes distritos rurales solían inflarse para ahogar a los votantes de las ciudades. En la España caciquil del siglo XIX, como lo denunciara en su momento Emilio Castelar, las elecciones no se hacían; se escribían. El clásico colombiano es el Registro de Padilla, que le dio el triunfo al general Reyes en 1904.
Morales pudo haber tenido válidas razones para mantener sus esperanzas en la votación rural, su fortín electoral. No obstante, los resultados parecen ya definitivos e irreversibles: sus intenciones de quedarse en el poder hasta el 2025 han sido frenadas, y por votación popular, en unas elecciones donde las tasas de participación fueron superiores al 80 %.
Es cierto que fue un resultado bastante apretado. “Si ganamos será por pocos votitos, si perdemos será por pocos votitos”, dijo también Morales. Así sea “por pocos votitos”, ha triunfado el ‘no’. Solo le corresponde al presidente Morales ahora reconocer la derrota –como es de esperar lo haya hecho cuando se publique esta columna–.
Los apretados márgenes del triunfo del ‘no’ reflejan con claridad que Morales mantiene altos niveles de apoyo entre la población, después de presidir por más de una década los destinos bolivianos. Importa reconocer los logros de su administración, económicos, sociales y políticos. Sigue contando con una amplia base de poder para gobernar hasta el 2019.
Sin embargo, por apretado que haya sido el margen, los resultados indican que la mayoría decidió enterrar el nuevo proyecto reelectoral.
Existe una dimensión continental en la decisión boliviana frente a las intenciones de Morales de eternizarse en la presidencia. El voto de Bolivia lleva un mensaje de enorme significado para Latinoamérica: basta ya de reelecciones consecutivas indefinidas, basta ya de los personalismos en el poder.
Cuando se escriba la historia de la llamada ‘tercera ola democrática’ latinoamericana, las reformas constitucionales para permitir la reelección de presidentes en ejercicio recibirán tal vez atención especial. Difícil encontrar ideologías comunes en experiencias tan diversas, como las de Brasil, Argentina, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela o Bolivia. Ya se les catalogue de neoliberales o populistas, de derechas o de izquierdas, los gobiernos de turno en su momento decidieron caminar por la misma ruta reelectoral.
En unos y otros casos, se distorsionó la misma definición de la democracia al faltarles respeto a sus tiempos, a los límites temporales que este sistema de gobierno le traza al ejercicio del poder. La facilidad aparente con que se produjo el predominio de esta ‘ola reelectoral’ puede estar revelando la fragilidad intelectual con que se sostiene la democracia liberal en la región.
En estas circunstancias, el triunfo del ‘no’ en Bolivia se convierte en un hito importante para todo el continente.
Eduardo Posada Carbó
Eduardo Posada Carbó
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