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Los empresarios y la educación

No es extraño que desde hace décadas haya numerosas acciones de empresarios a favor de la educación.

Francisco Cajiao
Desde que inicié mi actividad en la educación, primero como maestro de básica y luego en casi todos los niveles y modalidades del sector, ha sido claro que una labor tan compleja no puede asignarse exclusivamente a las instituciones educativas.
La familia, las organizaciones políticas y religiosas, los medios de comunicación y las empresas juegan un papel definitivo en el proceso de educación de los pueblos. Frente a estas influencias, la del sistema educativo por sí solo es modesta. Desde siempre, la formación técnica y profesional se ha desarrollado respondiendo a las exigencias y necesidades de las empresas en su proceso de expansión y consolidación.
Podría decirse que el desarrollo de un país, una región o una empresa se puede medir por la cantidad de educación que sea capaz de consumir. Dicho de otra manera, la capacidad de desarrollo y crecimiento en el mundo actual está en relación con la ocupación de personas altamente calificadas en los diferentes sectores de la economía. Por eso la educación es un asunto que interesa de manera directa a los empresarios, si es que piensan en ir más allá de la utilidad económica de corto plazo, obtenida a expensas de trabajadores poco calificados y mal remunerados.
No es extraño entonces que desde hace décadas haya numerosas acciones de los empresarios a favor de la educación, aunque no siempre hayan impactado en los aspectos estructurales del sistema, especialmente cuando obedecen a iniciativas individuales. Por eso es muy interesante el papel de alianzas, redes y conglomerados de empresas que suman esfuerzos para incidir de manera más eficaz sobre las políticas públicas.
En las últimas semanas he participado en importantes eventos convocados por Educa en República Dominicana y Empresarios por la Educación en Bucaramanga, y resultan muy halagadores los resultados que estas organizaciones han conseguido en los lugares donde operan. Gradualmente se han acercado a los colegios y a los gobiernos, haciendo aportes importantes en infraestructura, equipamiento, formación de maestros, investigación y participación en la discusión de la política pública. La asociación les ha permitido vincular gente muy calificada en la dirección y gestión de los proyectos.
Es importante advertir que por mucho que se consiga en estos frentes, el papel de la empresa va mucho más allá porque la empresa es la institución educativa más fuerte que tiene la sociedad. Allí se aprenden comportamientos de respeto o agresión, responsabilidad o desconfianza, transparencia o corrupción, y ellos se transmiten luego a otros ámbitos de la vida social. Pero también la empresa es el lugar donde se concretan los conocimientos técnicos y profesionales adquiridos en la educación formal, dando pertinencia a lo que en ocasiones es un conocimiento académico de muy bajo nivel práctico cuando se llega al mundo laboral.
En los ciclos educativos iniciales y básicos, la familia tiene un rol preponderante, y lo que ocurre en ella condiciona de manera muy fuerte lo que pueden conseguir los maestros y las instituciones escolares. Cuando la opinión pública y los esfuerzos del Estado se vuelcan sobre la calidad como un objetivo prioritario, poco se reflexiona sobre la necesidad de buscar estrategias que incidan en el nivel educativo de las familias. Las investigaciones muestran que el desempeño de los niños tiene una altísima relación con el llamado capital cultural de los padres, y la única forma de llegar a ellos es su lugar de trabajo.
No es posible ahondar aquí en las múltiples formas de relación entre empresas y educación, pero organizaciones como las mencionadas y otras como las cajas de compensación tienen instrumentos poderosos para avanzar en estas alianzas, que persiguen el desarrollo con equidad.
Francisco Cajiao
fcajiao11@gmail.com
Francisco Cajiao
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