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La educación del estoico

Como las mayorías abandonaron el apego al sentido común, será la guerra del quién grita más. Quedaremos inmersos en la histeria del debate, y el ruido del 2017 será enloquecedor.

Laura Gil
“Tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos externos; date cuenta de esto y encontrarás la fuerza”, escribió Marco Aurelio en las 'Meditaciones'. Llegó el momento de refugiarse en el estoicismo para encontrar el valor de afrontar la realidad que se nos avecina.
“La felicidad y la libertad comienzan con la comprensión de un solo principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no”. Así resumió el maestro griego Epitecto esta corriente filosófica. Aferrémonos a ella: nos permitirá respirar sin amargarnos. ¿Cómo, si no, prepararse para tolerar lo que nos espera en el 2017?
Quienes creemos en la democracia liberal sufrimos más de un doblez. El 2016 fue el año en que los electorados sucumbieron ante las falacias. Las campañas del brexit, Donald Trump y el No formaron opinión con la manipulación de las emociones, como sea y al costo que fuera, en contravía de hechos comprobables. La posverdad nos arrasó. Un político criollo no podría haber descrito mejor este ejercicio: “La estrategia consistió en dejar de explicar los acuerdos para centrarnos en la indignación”. Cuando el embuste gana, la democracia pierde.
“Es mejor aceptar la verdad para conquistar la opinión que aceptar la opinión para ser conquistado por la verdad”, advertía Epitecto. No renunciemos a la verdad, pero escuchemos el consejo que daba el maestro griego hace más de 2.000 años: “No permita que ninguna noticia lo altere”. Provocaciones sí habrá, y muchas.
En el mundo de las mentiras, las voces se elevan. La tentación de rebatir la falacia con argumentaciones, indicadores, cifras e informes será inevitable. Como las mayorías abandonaron el apego al sentido común, será la guerra del quién grita más. Quedaremos inmersos en la histeria del debate, y el ruido del 2017 será enloquecedor.
Un avaro mitómano y misógino nos alimentará, desde la Casa Blanca, con escándalos día a día. No nos ahorrará ni la jornada de posesión. Para la muestra, sus hijos venden por un millón de dólares el acceso al presidente electo durante la ceremonia. No ha juramentado siquiera, y ya ha molestado a China, coqueteado con Putin y nombrado un embajador para Israel a la derecha de Netanyahu. Aquí en Colombia lo celebran. Nuestro caudillo, nada menos que el promotor del tratado de libre comercio Estados Unidos-Colombia, se regocija de la victoria de quien vocifera ¡Compre americano! Las contradicciones tampoco tienen costo en este nuevo universo.
En medio de un año preelectoral, de desmentidos, refutaciones y ataques, quedaremos hartos. El No seguirá poniéndole trabas a la paz, mientras sus líderes insistirán en “la paz sí, pero no así”. Alístense para continuar sufriendo con el cinismo del uribismo, la memoria corta de los excomisionados, las maniobras vargaslleristas, la mala fe de unos líderes cristianos y hasta las peleas entre peñalosistas y petristas, ahora sí defensores de la revocatoria.
“Pida que las cosas no sucedan como usted desea, sino desee que pasen como, en efecto, suceden, y usted estará bien”, decía Epitecto. No sufriremos tanto si entendemos el delirio de Maduro o la mezquindad de Pastrana como parte de algún orden de la naturaleza que se nos escapa. Acojamos el estoicismo como una propuesta de liberación.
“Y si las cosas llegan a ese punto... solo diga ‘no sigo en este juego’ y váyase, pero si se queda, no se lamente”, solicitaba el filósofo. Los estoicos defendieron el suicidio para quienes no lograran acomodarse. Pero absurdo resultaría que hechos políticos nos hicieran siquiera contemplar esos extremos. Bastaría con recordar las palabras de Marco Aurelio: “El objeto de la vida no es estar en el lado de la mayoría, sino escapar de encontrarse en las filas de los locos”. Esta parece una meta razonable para el 2017.
Laura Gil
Laura Gil
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