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¿La próxima crisis?

En el mundo y en Colombia se ha avanzado mucho en la regulación de los bancos.

Guillermo Perry
Han ocurrido crisis financieras desde hace siglos y cada vez tienen un alcance más global y causan un daño más grave. Las más profundas condujeron a la Gran Depresión de 1930 y a la Gran Recesión del 2009 en los países desarrollados. Desde que explotó esta última, que aún 6 años después tiene postrada a Europa, los miembros del G20 acordaron hacer una reforma de fondo del mercado financiero internacional para evitar que vuelva a suceder lo mismo. Este proceso ha avanzado de forma desigual y, aun cuando culmine bien, no garantizará que no sucedan crisis globales o regionales por razones distintas a las que desencadenaron esta última.
Por tanto, es importante que en Colombia sigamos de cerca lo que se está haciendo a nivel global, adoptemos las medidas acordadas y cooperemos con otros países de la región para blindar lo más posible nuestra economía de la ocurrencia de nuevas crisis financieras domésticas, regionales o globales.
En la última crisis, muchos bancos internacionales tenían muy poco capital (y liquidez) para poder absorber pérdidas grandes en un momento difícil sin necesitar subsidios enormes de los gobiernos. Varios gobiernos se vieron obligados a usar impuestos de los ciudadanos para evitar quiebras generalizadas, puesto que estas pondrían en peligro los depósitos que los mismos ciudadanos tienen en cuentas corrientes o de ahorro y destruirían el sistema de pagos (casi todo pago pasa por cuentas bancarias mediante cheques, tarjetas débito o de crédito o retiro en efectivo), con lo cual se paralizaría la economía. El comité a cargo de estos temas expidió una nueva regulación al respecto (Basilea III) y todos los países ricos y muchos emergentes la han puesto ya en práctica.
Se ha adelantado también, pero no lo suficiente, en enfrentar otros problemas que puso de manifiesto la crisis: los bancos internacionales más grandes (‘sistémicamente importantes’) deben tener exigencias especiales de capital y la regulación debe mitigar los riesgos bancarios ‘sistémicos’. Los últimos son aquellos que ocurren cuando hay recesiones y devaluaciones fuertes (propiciados, por ejemplo, por caídas grandes en precios del petróleo) o en un sector en particular, como en la construcción de vivienda.
Se ha adelantado menos en las reformas necesarias en otros sectores financieros: en particular, en los mercados de valores y en lo que se denomina ‘intermediarios financieros no bancarios’, que no están sometidos a regulación estricta. Y sucede que fue en estos otros sectores donde o bien se originó la crisis del 2009 o se propagó como fuego. Como consecuencia, es probable que la próxima crisis financiera global se genere otra vez por fuera de los bancos tradicionales.
¿Qué sucede en Colombia? Lo mismo. Hemos mejorado mucho en materia de regulación bancaria y adoptado varias normas de Basilea III. Hemos avanzado bastante, aunque menos, en la del mercado de valores, después de la crisis de Interbolsa. Hemos adoptado provisiones ‘contracíclicas’ y hemos entrado en acuerdos de supervisión con otros países (en especial de Centroamérica, dada la importancia creciente de los bancos colombianos en esa región).
Pero nos falta hacer cosas. Es necesario que la Superintendencia sea totalmente autónoma, para que no vuelva un Presidente a sacar un Súper por cumplir con su obligación, como sucedió en el pasado. La Súper debe poder intervenir con rapidez entidades no vigiladas, para que no se repita otro DMG. Y debe poder supervisar bien los conglomerados, e intervenirlos con mayor prontitud, para que no haya otro caso como el de Interbolsa. Y es indispensable que se castigue ejemplarmente a los autores de fraudes como este. Hoy hay, finalmente, unas detenciones preventivas, pero no hay todavía condenas.
Guillermo Perry
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