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La carne es débil

Se amargaron los asados a los políticos triunfadores, que ya tenían los chanchullos preparados.

Luis Noé Ochoa
El lunes me mostraron un video en que una persona llora a moco tendido, como los elefantes, a un ahogado tirado en la orilla de un río. “Te dije que no te lanzaras, no me hiciste caso...”, gritaba. Pero el ‘muerto’ respiraba, pues se había lanzado era a concejal. Y así hubo miles, que no supieron nadar en las aguas turbias de la política o jugaron con candela y salieron chamuscados. Pero tranquilos, que los políticos tienen siete vidas, ellos nunca pierden. Hoy todos reclaman el triunfo, y ya sabrán pegarse a la teta de la vaca presupuestal.
A propósito de vacas, la Agencia Internacional para la Investigación contra el Cáncer (Iarc) les amargó los asados de celebración a los políticos triunfadores, que tenían adobadas las porciones de centro de pierna, centro de cadera o Centro Democrático, donde temblaron las carnitas. Y preparados chunchullos y chanchullos, porque la pajarilla se les había acabado en la campaña.
Ese organismo, de la entraña de la Organización Mundial de la Salud, dijo que las carnes rojas y los embutidos pueden producir cáncer. Es una noticia que a un país ganadero y carnívoro como Colombia resulta como decirle a la gente que el sexo produce ceguera.
Dicen el informe que están más propensos a desarrollar la terrible enfermedad los que comen carne de res, cerdo, caballo, oveja, ternera (que es la misma res, no me crean tan ‘bovino’). Con este temor de comer carne, menos mal los toros no saben leer, pues sus compañeras se quedarían como simples vacas sagradas.
La Iarc habló también de los embutidos. Que no son los pasajeros de TransMilenio. Corren peligro de resultar con el terrible mal correctal –es decir, colon y recto, ¿correcto?– y de próstata y páncreas los que consumen salchichas, tocinetas, mortadelas y jamones. O jamonas, como dice Maduro.
Pero en realidad es una noticia término medio, en la que es más el humo que el cocinado. Dice el informe que en la ingesta de carnes rojas hay un riesgo de 1,17. Y para los embutidos, que, según vi, contienen nitrato –por eso ni trato de probarlos–, el riesgo es de 1,44. Y, como me lo dijo el doctor Carlos Francisco Fernández, hay que preocuparse cuando se pasa a 3.
Toca cuidarse en la alimentación, claro, y estas advertencias crean conciencia, pero la carne no es el cigarrillo. Así que este país, donde se consumen 19,3 kilos de carne al año per cápita, y donde se sacrifican un promedio de 3’947.000 reses, que mueven la economía agraria, puede estar tranquilo. Todo con mesura, y mejor si es acompañado con un ‘chimichurro’.
Porque, además, nada podríamos consumir, pues dicen que el pescado también puede traer cadmio, cromo o mercurio. Vi que recientemente se hablaba del peligro de comer la especie capitán. Pez que está prohibido en las Fuerzas Armadas. También se ha publicado que unos pollos contienen antibióticos, que muchas frutas y verduras vienen contaminadas con los pesticidas. Así mismo, las papas. Ya hay señoras que no las quieren ni ver. ¿Qué comemos, entonces?
No hay necesidad de mandar las carnes al chorizo. Todo en su justa medida es el secreto, como me lo aconsejó mi nutricionista, Prudencia Hastamorir. Eso sí, buscar consumir comida sana. Que el ganado que se sacrifica lo sea. Que se fumigue menos, o nada, la cadena alimenticia. Por eso la comida orgánica, u orgásmica, como dice una amiga, es lo más aconsejable. Porque si nos prohíben todo, nos tocará comernos entre humanos, hombre con hombre, mujer con mujer, del mismo modo y en sentido contrario, dijo una reina. Por ahora, como la carne es débil, me voy por una librita de lomo que me pide mi costilla. Feliz asado de las brujas.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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