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¿Justicia o sinvergüencería?

¿Quién inventó el cuento de que los colombianos somos iguales ante la ley? Soberana mentira.

¿Quién inventó el cuento de que los colombianos somos iguales ante la ley? Soberana mentira escrita en la Constitución. Hay algunos más iguales que otros. Si fuéramos iguales, por qué algunos ladrones privilegiados van a cárceles especiales y no son llevados a las comunes y corrientes? Es que allí los pueden matar, se dice. ¿Y es que a los delincuentes del montón, de la calle, no los pueden matar también en las cárceles ordinarias? ¿Cómo resolver este asunto?
Pienso que el peso de la ley debería caer con más fuerza sobre los pícaros privilegiados de la vida, de la cuna y de la fortuna, y que han estudiado en las grandes universidades del país y tienen especializaciones en Harvard, Oxford y demás centros de la inteligencia donde solo van los ricos y los favorecidos del destino. Y estos, que son los que deberían ser más honestos, paradigmas de rectitud y amor a Colombia, los que han defraudado al país y de qué manera, no con atracos callejeros de bolsos y de celulares, sino con robos de miles de millones de dólares al Estado colombiano, estos son premiados con cárceles especiales.
Hace tiempo, en esta misma columna daba el caricaturesco consejo de robar, ir a la cárcel y luego salir a gozar del dinero acumulado. Consejo que demuestra que no existe la cacareada igualdad, porque para poder hacer esos inmensos robos se necesita tener acceso a grandes compañías y altos puestos del Estado, cosas ambas que no pueden hacer los colombianos de la calle, los que a duras penas terminaron primaria.
Debemos acabar con la sinvergüencería de que si colaboro acusando a otros me rebajan sensiblemente las penas. Sí, que rebajen, pero en pequeña escala.
Creo que hoy en Colombia lo que peor funciona es el aparato de la justicia en todos sus niveles; allí la corrupción impera campante, sin dejar de reconocer que hay jueces y abogados incorruptos y ejemplares.
Cuando uno ve que en ciertos pleitos de gran monta y publicidad aparecen determinados nombres de abogados que se han hecho “famosos”, uno inmediatamente piensa: esto va para largo, habrá vencimiento de términos, todo lleva a que el muerto que ya está enterrado y podrido por efecto de todos los tejemanejes va a resultar vivo. El ejercicio de la justicia se ha vuelto un concurso de presiones, astucia, argucias, triquiñuelas, trampas, dilaciones y zancadillas a la ley por parte de ciertos jueces y abogados.
Sé que no estoy diciendo nada nuevo, pero ejerzo el papel de desahogo de millones de colombianos que vemos que a los grandes ladrones (deberíamos suprimir la estúpida palabra ‘presuntos’) los premian con penas ridículas, unos pocos años en cárceles tranquilas y ya... a salir y gozar del dinero que robaron porque tampoco les hacen devolver todo lo que se embolsillaron.
En años anteriores asistimos desconcertados a algunas condenas: 4 años de cárcel por haber robado un dentífrico en un supermercado y los mismos 4 años a un ciudadano por haber tocado furtivamente una nalga ajustada a una muchacha en la calle. Y esos mismos 4 años de cárcel han sido impuestos a grandes ladrones de cuello blanco, penas que por buen comportamiento y otras arandelas quedarán reducidas a la mitad o a la tercera parte. Para completar, asistimos en estos días a noticieros que son basureros porque casi todo el tiempo de la emisión lo llenan con atracos, sangre, sexo, violaciones, robos, asesinatos, accidentes. ¿No hay más que informar?
* * * *
Díganme a qué oficina o instancia del Estado debo acudir para jurar que hasta ahora no he recibido dinero de Odebrecht.
Andrés Hurtado García
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