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Jugar con fuego

Vale la pena que los apasionados enemigos de Uribe recapaciten por un momento.

Gustavo Duncan
Es natural que el antiuribismo esté feliz y respalde las decisiones de la Fiscalía contra todo aquello que huela a Álvaro Uribe. Es una suerte de revancha luego de ocho años de un gobierno en el que primó un lenguaje agresivo contra la oposición, a ratos pendenciero.
Pero una cosa es el lenguaje y otra son las decisiones judiciales. El respaldo alegre del antiuribismo al fiscal Montealegre puede estar avalando una práctica nefasta en la política colombiana: el uso de las agencias judiciales para anular a la oposición. No hay que olvidar que en una democracia, más temprano que tarde, la oposición será gobierno.
Entonces no habrá contemplaciones. Se nombrará un fiscal de bolsillo, y muchos santistas y antiuribistas tendrán que pagar escondederos a peso.
Algunos analistas han sugerido que tal persecución no existe. Argumentan que los uribistas han sido particularmente irrespetuosos del Estado de derecho. El episodio del hacker es solo un ejemplo más del desprecio que sienten por las leyes. Por lo tanto, no es una persecución de la justicia, sino la aplicación, por fin, de la justicia.
No pareciera ser el caso. El grueso de las castas de los ‘parapolíticos’ respalda hoy a Santos, y entre los miembros de su coalición de gobierno están personajes igual de cuestionables. Está ni más ni menos que Samper.
El caso pareciera ser más bien que en Colombia todo el espectro de la política –uribistas, santistas e izquierda– está plagado de corrupción y prácticas ilegales. Si existiera una voluntad genuina de perseguir y castigar estas prácticas, sería una excelente noticia. Pero si se utiliza la justicia para anular la competencia política, sin que se controle a quienes hoy disfrutan del manejo del presupuesto y del poder público, es una pésima noticia.
En vez de reducir la corrupción y la cooptación de las instituciones democráticas se legitimará una competencia feroz por distorsionar el sentido imparcial e independiente de la justicia. De paso, se incrementarán todo tipo de prácticas ilegales entre políticos y servidores públicos. El mensaje para ellos sería que pueden pasar impunes si respaldan al gobierno de turno.
Por consiguiente, vale la pena que los apasionados enemigos de Uribe recapaciten por un momento y consideren que hay luchas políticas que no pueden pasar de las palabras a las decisiones judiciales. Eso sería usar la democracia para jugar con fuego. 
Gustavo Duncan
Gustavo Duncan
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