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Compás de espera

¿Es este el momento para hablar de resistencia? ¿Hay que empezar desde ya a abandonar el barco?

¡Por fin se acabó la larga espera! ¡Se terminó el suspenso! Tras meses y meses de cálculos, análisis, voces de aquí y allá, Colombia tiene nuevo presidente, y se llama Iván Duque. La elección resultó incontestable, gracias a la amplia diferencia de votos que separó a los dos candidatos, así como a la poderosa participación de electores que hicieron de esta segunda vuelta un gran evento democrático que debemos celebrar.
Es apenas lógico que algunos vean la llegada de Duque a la Casa de Nariño como el advenimiento del apocalipsis o el triunfo de un clan maléfico integrado por el exprocurador Ordóñez, la exfiscal Viviane Morales y los expresidentes Uribe, Gaviria y Pastrana. Sin embargo, el solo hecho de que estos últimos no hayan estado en tarima, celebrando junto al candidato su elección, podría ser la señal de que (tal vez) esos radicalismos no serán la apuesta del nuevo presidente.
De hecho, el mismo Duque dejó a muchos viendo un chispero con su discurso triunfal, pues, al contrario de lo acontecido con las palabras pronunciadas por Juan Manuel Santos en el 2010, cuando él fue elegido como el continuador de la obra del Álvaro Uribe, aquí no hubo loas al expresidente. No hubo epítetos grandilocuentes sobre su legado para el país. Duque apenas saludó a quienes lo acompañaron en la campaña y siguió de largo con sus palabras.
Duque habló de respaldar la consulta anticorrupción (a pesar de ser una idea promovida por sus antes contendores), de empeñarse en la reforma rural que Colombia pide a gritos (y eso que esta era una de bandera agitada desde la Colombia Humana); aseguró que adelantaría una política para proteger la naturaleza (en contravía de aquellos que lo mostraban como un promotor de la minería, antes que de la ecología) y que se comprometía a respetar los derechos adquiridos constitucionalmente por los colombianos (una de las mayores preocupaciones de diversos colectivos de población vulnerable). En fin, el discurso no parecía el de un hombre cavernario, sino el de un tipo preocupado por mirar hacia el futuro.

El discurso no parecía el de un hombre cavernario, sino el de un tipo preocupado por mirar hacia el futuro.

De ahí que me llame la atención ese llamado a #LaResistencia (así, con hashtag) que ya empieza a ser recogido por muchos en las redes. Estoy de acuerdo en que a Duque, así como a cualquier otro que llegue a la casa presidencial, se le debe ejercer control y oposición en los momentos y asuntos que corresponda. ¿Pero es este el momento para hablar de resistencia? ¿Hay que empezar desde ya a abandonar el barco –o el país– (como lo anuncian algunos) simplemente porque Duque fue elegido presidente?
Antes de #LaResistencia, hablemos de compás de espera. Porque no será sino hasta dentro de unos días, cuando se empiece a anunciar el gabinete y el sanedrín que lo acompañará, cuando conoceremos el verdadero talante de Iván Duque. ¿Qué tal nos llevemos una sorpresa?
¿Qué tal que el ministro de Ambiente no sea un político sacado de la gaveta de hojas de vida de alguno de los partidos que apoyaron a Duque, sino un verdadero experto y defensor de los recursos naturales? ¿Qué tal que con el paso de los días descubramos que aquello que Duque repitió incesantemente en campaña negando acuerdos clientelistas a la hora de conformar el gobierno termine siendo realidad?
¿Qué tal que el joven presidente que hemos elegido (porque en democracia eligen todos los que votan, ya sea a favor o en contra) termine dándonos una sorpresa y resulte ser un viento rejuvenecedor y refrescante para la política?
Aceptemos un #CompásDeEspera, así al menos le bajamos un poquito a la polarización que nos iba ahogando en este primer semestre.
* * * *
#PreguntaSuelta: ¿cumplirá Duque la promesa de no irse a vivir a la Casa de Nariño?
JUAN PABLO CALVÁS
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