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La poderosa oposición

La oposición ha de ser leal, constructiva y patriótica. Ojalá así sea. 

Juan Lozano
Nunca antes en la historia política de Colombia la oposición había contado con herramientas más poderosas para cumplir con su misión. El nuevo estatuto de la oposición consagra un catálogo de garantías tan amplio que impondrán al Gobierno un incesante control y una inédita auditoría política de todas las horas.
Aunque abundan los ejemplos de gobiernos que soportaron agria oposición, el desenlace fatal de esos episodios se trasladaba al terreno de la violencia y la guerra. Lo nuevo no es que haya oposición. Lo nuevo es que esté revestida de tantas garantías con el propósito de asegurar que quienes se oponen al Gobierno emulen en propuestas, controviertan sin acudir a las armas y diriman en democracia el pulso por el poder.
Había sido Virgilio Barco, en 1986, el último gobernante en plantear un esquema gobierno-oposición. Eran otros tiempos y el modelo bipartidista parecía imbatible. Pero la lógica era sencilla: el que ganó gobernaría con quienes lo apoyaron y los que perdieron harían oposición de frente y sin andar pidiendo puestos ni ‘mermelada’.
Sin embargo, la dura batalla y el desafío criminal que narcotráfico, narcoviolencia (de izquierda y derecha) y narcopolítica le plantearon al Estado colombiano, hicieron urgente una coalición de muchos sectores para enfrentar de manera unificada los embates del narcoterrorismo que estremecía al país.
La implacable oposición que soportó Uribe de los sectores de izquierda, principalmente, y la contundente oposición que soportó Santos de Uribe no tenían, sin embargo, el marco de los favorecimientos institucionales que hoy contempla la ley para quienes se declaren en oposición. Hoy declararse de oposición es rentable. En sentido literal. Reciben más plata, mejores recursos, mayores facilidades.
Por eso, al grupo de partidos políticos que se declaró en oposición con una bancada fuerte y numerosa se le va a mejorar la caja, lo que no asegura que se le mejoren los votos si la oposición, aunque poderosa, no es leal, razonable, propositiva y patriótica.
No será a punta de bajada de calzones de Mockus como hagan crecer sus electorados. Ni a punta de acusaciones infundadas frente a un gobierno que aún no comienza. Ni a punta de conjeturas convertidas en proclamas que no resisten ningún análisis.
Lo que tonificará la democracia es que los debates se concentren en las visiones contrapuestas sobre los asuntos más álgidos de la vida colombiana. Gobierno y oposición llegan a este nuevo Congreso con una mezcla desafiante de pesos pesados y jóvenes promesas que navegan en aguas inciertas, donde un grupo significativo de independientes podrá inclinar mayorías hacia uno u otro lado. Y eso tiene de peligroso que en las toldas de partidos que se declararían independientes, es decir que no son ni del Gobierno ni de la oposición, habitan algunos veteranos de los apoyos condicionados y los votos cobrados.
En todo caso, por más garantías y estatuto con que cuente la oposición, si el gobierno de Duque le cumple al pueblo, cumple con sus promesas, endereza el rumbo de este país confundido, si recupera la sintonía con la base popular, no a base de discursos sino de acciones eficaces, si mantiene el talante de la instalación del Congreso de no pagar para construir mayorías, si contiene la corrupción y reconoce la voz ciudadana y el empoderamiento colectivo, uno de su línea podrá conservar el poder, no por el manejo de privilegios electorales y políticos, sino por la voluntad soberana de los colombianos.
Con Petro de jefe de la oposición en el Congreso después de sus ocho millones de votos, que desde ya parecen ponerlo en el partidor presidencial para el 2022, el Gobierno estará exigido al máximo desde su posesión para construir equidad y recuperar seguridad y transparencia. Y arrancará el gobierno Duque con dos victorias tempranas: las mayorías parlamentarias (aunque frágiles aún) y la designación de un buen gabinete.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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