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Calma con la Corte

No es hora de revanchas. Se debe proceder con serenidad y grandeza en todas las toldas.

Juan Lozano
A juzgar por su encendida diatriba contra la Corte Constitucional publicada ayer en este diario, parece que el doctor Humberto de la Calle les hubiera dicho a las Farc que en Colombia el Estado, todo, se encarnaba en la persona de Juan Manuel Santos y que tanto el Congreso como la misma Corte Constitucional eran órganos subalternos cuya única tarea consistía en asentir, validar, convalidar y refrendar lo que dispusieran el señor Presidente y las Farc.
Exageraciones de precandidato. Melodrama de tarjetón. Ni el fallo de la Corte vuelve trizas el acuerdo ni tumbó el ‘fast track’. Aunque con mínima aceptación popular, con el país incendiado a punta de paros que pasan la factura a muchos ministros incompetentes, promesas incumplidas, mentiras de campaña y –justo es reconocerlo– deudas acumuladas a lo largo de décadas, el Gobierno no ha perdido sus mayorías parlamentarias y siempre encuentra por dónde raspar el tarro de mermelada para cuadrar sus mayorías.
Pero también hay exageraciones de precandidatos y melodramas de tarjetón en otras toldas. El significativo logro jurídico del senador Iván Duque, su bancada, y el millón trescientas mil firmas que lo respaldaron, se puede convertir en un ‘boomerang’ si permite que a su nombre siembren pánico con voces perturbadoras jurando que el acuerdo de paz murió con el fallo y que regresarán, por causa de la decisión de la Corte, el plomo y las masacres.
No, señores. El fallo no reversó la refrendación del acuerdo mediante el pupitrazo parlamentario. Aunque ese pupitrazo fue un esperpento jurídico, la Corte lo dejó intacto. Que no se equivoque el Centro Democrático. Sería un error de incalculables dimensiones obligar a los guerrilleros que se encuentran ya en las zonas transitorias a regresar al monte. Sería un error de incalculables dimensiones poner en peligro sus vidas, de manera que es urgente que el Gobierno encuentre una fórmula para garantizar esquemas adecuados de protección.
Y se está equivocando de cabo a rabo el ministro Villegas minimizando la expansión del Eln, de las ‘bacrim’, del ‘clan del Golfo’, de las ‘farcrim’, de las disidencias de las Farc, de nuevos carteles mafiosos y de neoparamilitares. No se puede dejar que ninguna de esas expresiones violentas coja ventaja. Son, todas ellas, máquinas de muerte.
Y que el abogado de las Farc deje de amenazarnos como lo hizo en su entrevista de Blu Radio. Y que tampoco venga a maquillar la realidad. Las Farc cumplieron moviendo a buena parte de su gente a las zonas acordadas, a pesar de los torpes incumplimientos logísticos de este gobierno ineficaz, pero ya estaban en mora con los plazos de entrega de armas. Que no vengan a decir ahora que fue por el fallo. Ya estaban retardados, para no hablar del retorno de los niños reclutados criminalmente ni de la entrega de las rutas, laboratorios, cuentas, enlaces y contactos de su ala narcotraficante. Que no se peguen, pues, del fallo para justificar ningún conejo.
Con serenidad, hay que aplicar el fallo. La Corte acertó. De manera burda habían pretendido despojar a la Corte y al Congreso de competencias que les son propias y que ahora deben reasumir con responsabilidad y con grandeza para construir un mejor país. Lejos de una catástrofe, lo que brinda el fallo es una oportunidad para generar consensos más amplios, corregir donde toque corregir, controlar abusos de poder, contener desafueros y dotar de mayor legitimidad unas decisiones cruciales. No es hora de revanchas.
Falta conocer el texto completo de la sentencia. Puede haber sorpresas y están sometiendo a la Corte a tal nivel de matoneo que parece que pretendieran alterar la redacción del texto definitivo para mitigar sus efectos. Casos hemos visto. Lo único cierto es que se requiere que la sensatez prime en todas las toldas y que nadie se deje obnubilar por la presión de las encuestas de cara al 2018. Calma.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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