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¡30 días sin clases! ¿Cuántos faltan?

Urge cónclave estilo Vaticano entre Fecode y Gobierno, encerrados hasta que salga humo blanco.

Juan Lozano
1... 2... 3... 4... 5... 6... 7... 8... 9... 10... 11... 12... 13... 14... 15... 16... 17... 18... 19... 20... 21... 22... 23... 24... 25... 26... 27... 28... 29... 30... 30 días en paro. 30 días sin clases. 30 días de marchas, parálisis y protestas que tienen a más de 8 millones de niños fuera de sus planteles, convertidos en inocentes paganinis de este prolongado cese de actividades docentes que ni siquiera es culpa de la ministra de Educación, quien heredó un conflicto sin herramientas en su despacho para poderlo resolver.
30 días en los que ha quedado claro que el paro mira más hacia el Ministerio de Hacienda y, cómo no, hacia la Casa de Nariño, desde donde nuestro laureado jefe de Estado delega y delega y vuelve a delegar a sus subalternos para que hablen y hablen y vuelvan a hablar con los maestros, para que le ofrezcan y le ofrezcan y le vuelvan a ofrecer a Fecode para que estos rechacen y rechacen y vuelvan a rechazar, para volver a pedir y a pedir y a seguir pidiendo.
Parece que los burócratas no entendieran la desesperación de los padres de estos niños, a quienes no tienen con quién dejar durante el día, que sufren por la incertidumbre de lo que les pueda suceder solos en la casa, o arrimados donde algún pariente, o con un cuidador improvisado que esté con ellos mientras se reanudan las clases.
Esa es la misma tecnoburocracia indolente que no se mete en el pellejo de los padres, ni en el de los maestros ni en el de los alumnos. Es la tecnocracia que no tiene afán, la que nunca va de prisa, salvo que sean los congresistas de la coalición mayoritaria quienes los apremien.
Porque si son congresistas de la oposición los que interpretan la inconformidad ciudadana, prefieren ignorarlos, desacreditarlos o satanizarlos antes que resolver los problemas. Cuando el Consejo de Estado tumbó una prima de cerca de 7 millones de pesos que se ganaban los congresistas, ahí sí, por presión de la coalición mayoritaria, hubo cumbre de urgencia; el propio Ministro de Hacienda y el señor Presidente se pusieron al frente del asunto y les crearon por la puerta de atrás otra prima millonaria para cada congresista, que en pocas horas les resolvió el problema para que los pobres angelitos no tuvieran sobresalto ninguno, aun si faltan a las sesiones.
El panorama se agrava por las restricciones presupuestales que enfrenta el Gobierno por culpa de esa coincidencia desafortunada entre la caída de los precios del petróleo, la corrupción, la ‘mermelada’ para sus aliados y su ‘chambonear’ permanente. (Nota: entiéndase por ‘chambonear’ la conducta improvidente y plagada de errores que un miembro del gobierno Santos atribuye a sus propios compañeros de trabajo a la hora de asumir responsabilidades por conductas dañinas para el país y que han convertido en una verdadera moda de aplicación cotidiana en los más encopetados despachos oficiales).
Las imágenes del Esmad enfrentando a los maestros producen dolor. Son inaceptables. Ni las marchas pueden hacer colapsar las ciudades ni la autoridad las puede reprimir así. Y mucho menos tratándose de docentes y educadores. Ese camino es dañino y peligroso. Estimula a los vándalos, a los infiltrados y distrae la atención frente al asunto central. Multiplica los odios por todas las promesas incumplidas del Gobierno para levantar paros anteriores y radicaliza las posturas.
A estas alturas es indispensable un cónclave al estilo Vaticano entre Fecode y el Gobierno, encerrados hasta que salga humo blanco, implorando serenidad, grandeza y solidaridad a las dos partes para que el interés superior de los niñ@s y jóvenes de Colombia prime. Sin intransigencias paralizantes. Sin juegos de póquer, sin cartas tapadas, sin ánimo dilatorio, con prudencia, realismo y con plena responsabilidad en lo que se pide y en lo que se concede. Pero ya.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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