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Pecueca en el alma

Esa es la especie humana: un absurdo milagro capaz al mismo tiempo de lo más atroz y lo más noble.

Iba a escribir sobre otra cosa. Es más: ni siquiera sé bien sobre lo que iba a escribir hoy. Porque hay semanas en que el tema está allí rebotando en el área, como el famoso balón antes del gol, y no es sino tocarlo para que entre y ya: las palabras salen solas, cada brasa cae en su lugar. En cambio hay semanas en que todo se ha dicho, hay semanas en las que de verdad hay que buscar una aguja en un pajar.
Pero acabo de ver en Twitter una foto que comparte alguien con un mensaje de admiración por Alexis Viera, el ‘Pulpo’, arquero uruguayo que tapaba en el América de Cali hasta cuando hace dos años, en agosto de 2015, lo atracaron en esa ciudad, le dieron un balazo, lo dejaron inválido y lo obligaron a retirarse del fútbol, su vida entera. En la foto sale él con uno de los atracadores en la cárcel, lo está perdonando.
Eso dice el propio jugador en el texto que acompaña la imagen: “El perdón es la cura que todos necesitamos para nuestra alma. Hoy me tocó perdonar a la persona que me hizo mucho daño. DIOS es perdón y amor...”. Se ve el patio de la cárcel, una mesa rústica con dos bancas a cada lado. En una de ellas están sentados los dos: el arquero y quien le disparó; la víctima que consuela al victimario, que lo abraza.
Es una de esas escenas que uno no puede ni siquiera imaginarse, que no le caben en la cabeza ni las puede dimensionar ni entender ni aceptar del todo. Quizás porque en abstracto, sin haber vivido en carne propia las cosas, sobre todo las tragedias, nuestra especie no llega a ser jamás tan generosa; quizás porque ninguno de nosotros –quizás– sería capaz de perdonar lo que acaso no tiene perdón.

Nuestra especie no llega a ser jamás tan generosa; quizás porque ninguno de nosotros –quizás– sería capaz de perdonar lo que acaso no tiene perdón

Y sin embargo esa es también la especie humana, eso es: como un absurdo milagro capaz al mismo tiempo de lo más bajo y atroz y lo más noble, lo más conmovedor, lo más bello; lo peor y lo mejor todo el tiempo, a cada instante, en cada grieta de este planeta que nos alberga desde hace tanto y que ahora sí parece, de verdad, que se nos está derritiendo entre las manos, como un helado.
Qué curioso, qué casualidad: veo la foto del ‘Pulpo’ Viera y luego leo la noticia de la que todo el mundo habla en Colombia hoy, el traspaso de James Rodríguez al Bayern München, un equipo en el que ojalá sí pueda por fin jugar, exhibir su magia y su clase, se lo merece. Aquí en Alemania, desde donde escribo esto, también es una de las noticias del día, sin duda, y un periodista habla de la “zurda de oro” de nuestro capitán.
En el sitio web del semanario Die Zeit escribe Oliver Fritsch un excelente artículo sobre James, lleno de elogios pero también con una duda al final: ¿Comprando jugadores así va a ser mejor el Bayern que el Madrid? ¿Es bueno traer a quien estaba en la banca? Fritsch se lo pregunta muy tranquilo, sin dogmatismo, sin herir a nadie, sin pontificar; y la mayoría de quienes comentan su texto en el foro virtual no están de acuerdo con él.
De hecho, casi todos los que opinan, con argumentos, lo hacen para reivindicar el talento de James Rodríguez; muchos dicen que solo le faltaba jugar, son alemanes. Pero lo otra noticia, para no salir de la cancha, es que el pobre Arjen Robben, quien lleva el número 10 en el Bayern, se despertó hoy con sus redes sociales inundadas de mensajes colombianos que le exigen, como solo acá sabemos hacerlo, respeto y humillación.
Le exigen que le dé la 10 a James, mejor dicho. “Calvo hijueputa”, le escriben, le gritan, como si él fuera Zidane. “Cabeza de rodilla, dale la 10 a James, hp”, se lee en uno de los miles de comentarios patrios a la única foto que el crack tiene en internet.
Gente con pecueca en el alma, como decía Rafael Chaparro. La dicha de odiar, la banalidad y el ocio del mal. Eso también.
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN
catuloelperro@hotmail.com
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