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Está en juego el futuro de Colombia

Lo que más le conviene a Colombia hoy es un líder formado para gobernar con independencia.

Nunca antes en la historia de Colombia se había presentado un debate electoral de las características del que ahora estamos presenciando. Si bien las campañas políticas despertaban el ánimo de los electores, no se presentaba la polarización que ahora el país está viviendo. Todo porque han entrado al escenario político otros actores. Mientras existió el Frente Nacional, que fue producto del pacto de Benidorm, firmado entre Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez para poner fin a la violencia política, y mediante el cual los partidos tradicionales se alternaron el poder durante dieciséis años, las elecciones transcurrieron en un ambiente distinto.
Mientras el liberalismo y el conservatismo se disputaban el respaldo en las urnas, los movimientos de izquierda no figuraban con opción de llegar al poder.
Ahora todo es distinto. Como la Constitución de 1991 abrió las puertas para la creación de nuevos partidos políticos, surgen candidatos de diversas tendencias ideológicas. Tanto, que hasta pastores evangélicos se lanzan como candidatos. Lo que demuestra que, en este sentido, el país cambió. Los partidos tradicionales, que antes tenían asegurado su ascenso al poder, hoy deben recurrir a alianzas con otros movimientos políticos si quieren ganar las elecciones. Quién iba a pensar que llegaría el momento en que el Partido Conservador no tendría la fuerza electoral para lanzar candidato propio ni que el Partido Liberal vería amenazada su supervivencia como consecuencia del surgimiento de nuevos partidos. Esto es lo que hoy estamos viendo los colombianos.

En ese mar revuelto es donde pescan quienes prometen transformar a Colombia poniendo en peligro las instituciones. Un candidato aprovecha este descontento para ofrecer cosas imposibles de cumplir.

Colombia atraviesa por un momento difícil. A pesar de que el gobierno de Juan Manuel Santos logró que un movimiento guerrillero dejara las armas después de cincuenta y dos años de lucha armada, los colombianos no le quieren reconocer lo que representa la desmovilización de más de siete mil hombres para alcanzar el crecimiento económico. Es por esta razón que el país está polarizado. Y en ese mar revuelto es donde pescan quienes prometen transformar a Colombia poniendo en peligro las instituciones. Un candidato aprovecha este descontento para ofrecer cosas imposibles de cumplir. Otro dice que los acuerdos firmados con las Farc deben ser revisados. Uno más promete que durante su gobierno la clase política no tendrá acceso a recursos del Estado.
Una sola cosa es clara: los colombianos estamos cansados de la corrupción. Aquí la clase política busca enriquecerse con los dineros públicos. No le importa que las obras no se ejecuten o que los niños no tengan acceso a la educación. Lo que le interesa es llenarse los bolsillos. Un país donde los políticos se roban los recursos del Estado es un escenario propicio para que cualquier populista obtenga respaldo. Eso es lo que sucede con Gustavo Petro. El candidato de la Colombia Humana sabe que un discurso diferente, que hable del enfrentamiento de clases, de quitarles a los ricos para darles a los pobres, de terminar con la injusticia social, cautiva auditorios. El peligro es que lleve al país a una situación como la de Venezuela. Petro es un mal administrador. Lo demostró como Alcalde de Bogotá.
Frente a esta situación es que los colombianos debemos escoger la mejor opción. Dos candidatos, uno de ultraderecha y otro de extrema izquierda, que representan los dos extremos, aparecen en las encuestas como los más opcionados para pasar a la segunda vuelta. Así las cosas, quedarían por fuera los candidatos que representan el centro, que es la opción que más le conviene a Colombia si queremos terminar con la polarización. Iván Duque ofrece dos cosas: un Parlamento unicameral y una sola Corte. Esta idea tiene detractores porque significa abrir el camino para cerrar las investigaciones que en las dos instituciones cursan contra Álvaro Uribe Vélez. El país necesita que se haga claridad sobre su conducta como Primer Mandatario.
¿Qué nos queda? Tres candidatos que representan el centro: Germán Vargas Lleras, Humberto de la Calle y Sergio Fajardo. Lo que más le conviene a Colombia en este momento de confrontación ideológica es un líder formado para gobernar con independencia. Ese candidato es Humberto de la Calle. ¿Razones? Representa la derecha moderada, es el artífice de la Constitución de 1991, fue un excelente ministro de Gobierno y, sobre todo, logró llevar a feliz término unos diálogos que, si bien no fueron perfectos, le devolvieron a Colombia la esperanza en la reconciliación. Lo que está en juego este domingo es el futuro del país. De la Calle tiene la formación para conducir a Colombia por un sendero de prosperidad. Representa la decencia en la política. Y, lo mejor, es un hombre sin tacha, honesto, preparado para gobernar.
JOSÉ MIGUEL ALZATE
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