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Uno o ninguno

La cosa se reduce a Uribe y Galán, aunque el camino final sea solo uno: o se juntan o se friegan.

Amalgamados, compactos, creativos a la hora de hacerse sonar y convocar debates de gran alcance; con discursos agresivos contra el establecimiento, pero altamente efectivos entre la población urbana joven. Concentrados en un electorado de clase media, cabalgando encima de la impopularidad de Peñalosa. Populistas en algunos casos, pero, sobre todo, pragmáticos. Saben que, por alguna razón, los opinadores de este país les cobran más duro las incoherencias a los de la derecha que a los de la izquierda y que, más allá de todas las diferencias, reales o ficticias, menores o de fondo, lo fundamental es ganar. ¡Qué importa que Claudia López haya denigrado de Gustavo Petro en el pasado reciente! ¡Qué más da que Petro culpe a Fajardo y a los ‘verdes’ de no haberlo ayudado a ganar en segunda vuelta, y que ahora se encuentren juntos y revueltos en torno al nombre de Claudia en Bogotá! ¡Qué se le hace si unos años atrás, Robledo y Petro se dijeron de todo y parecía que nunca se podrían reconciliar! A la hora de acariciar el triunfo para recuperar la alcaldía que perdieron con Peñalosa, toda distancia se acorta y toda divergencia se vuelve un asunto menor.
Atrás quedaron los días de canibalismo. La izquierda en Bogotá quiere ganar y sabe que con Claudia López lo puede lograr. Tendría que embarrarla mucho para que las cosas cambien o del otro lado se produzca el milagro de una unión que, por ahora, luce bastante difícil.
Con Ángela Garzón por fuera de la contienda, María Andrea Nieto adhiriendo a Miguel Uribe y David Luna con su decisión de no volver a aspirar al primer cargo de la capital, la cosa se reduce a dos (Uribe y Galán), aunque el camino final sea solo uno: o se juntan o se friegan. Los dos no caben en el mismo tarjetón, a menos que le estén apuntando a un suicidio político colectivo.

La manera más rápida de perder es llegar divididos hasta el 27 de octubre. O Carlos Fernando Galán o Miguel Uribe. Es uno o ninguno. ¿Lo entenderán?

Los días corren, y las señales de entendimiento no llegan. Uribe y Galán se echan piropos desde lo personal, coinciden conceptualmente y, aunque tímidamente defienden una obra subvalorada que va a dejar Enrique Peñalosa, insisten tercamente en mostrarse como contrarios. No obstante las afinidades y formar parte de una misma generación que podría superar los escollos de las que los precedieron, siguen cayendo en el lugar común de las “alianzas con los ciudadanos”, mientras que la gente los percibe solitarios, frágiles y lejos en las encuestas de la Claudia arrasadora y puntera.
Es uno o ninguno, y ellos en el fondo lo saben, aunque hacia afuera lo quieran negar. Lo lamentable es que estén dejando que sus allegados hablen por ellos y, en vez de tender puentes, construyan murallas de cemento pesado que van a ser difíciles de demoler.
Mientras que Juan Manuel Galán, el hermano mayor de Carlos Fernando, le da un portazo en Twitter a la posibilidad de alianzas con Miguel Uribe, los uribistas más cerreros le dicen al expresidente y máximo líder del Centro Democrático que una unión con Galán –que lo ha insultado y combatido tanto– es imposible de tolerar.
Es en este punto donde los políticos estorban y las franquicias de los partidos, también. Los empresarios, los gremios y los líderes cívicos son los únicos que pueden presionarlos a unirse. Tal vez cuando un grupo de ciudadanos ilustres les pidan concentrarse en una candidatura única, el milagro ocurra.
Que avance la contienda. Que se sepa quién va mejor en las encuestas y se establezcan todos los “acuerdos programáticos” a que haya lugar. Lo que está claro –y a estas alturas ya deberían haber aprendido la lección– es que la manera más rápida de perder es llegar divididos hasta el 27 de octubre. O Carlos Fernando Galán o Miguel Uribe. Es uno o ninguno. ¿Lo entenderán?
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