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Fútbol con técnicos de póquer

El ganador de la Copa Inglesa fue el Chelsea. Manchester United se quedó con las manos vacías.

Jorge Barraza
El Chelsea dejó al Manchester United con las manos vacías. Y los bolsillos también. Después de haber gastado 410 millones de euros en refuerzos que poco le rindieron, al United y en especial a su entrenador, José Mourinho, les quedaba la Copa Inglesa para no terminar el año en blanco. Era la última ficha, importante por cierto. Pero el ganador de la partida fue el Chelsea, sobre todo el técnico italiano Antonio Conte.
A Conte lo daban casi por despedido del club londinense antes de la final, pues no logró clasificar a la Champions League. Ahora, quién sabe… En dos temporadas manejando el equipo de Roman Abramovich, el ex-DT juventino ganó una Premier (la 2016-2017) y esta FA Cup 2017-2018. Son los dos trofeos más importantes del fútbol británico.
La Copa Inglesa es el torneo de fútbol más antiguo del mundo, creado en 1871, mucho antes que el campeonato de liga. Tiene una tradición maravillosa; la final se juega en Wembley y, durante mucho tiempo, la copa ha sido entregada en persona por los reyes o algún miembro prominente de la corte. Por tanto, ganarla conlleva un alto prestigio, no es poco botín en el año futbolero. Era la 137.ª edición y Chelsea la levanta por octava vez desde su primera conquista en 1970.
El gran responsable de la victoria azul fue Eden Hazard. De sus pies y de su inventiva nacieron las tres o cuatro jugadas claves del partido, las que lograron el desequilibro. Y el único gol, de penal, por una falta que le cometieron a él mismo. El belga se ganó un entero que lo encamina al Mundial con la confianza en el cielo y queda en lo alto del escaparate para una posible (muy posible) venta al Real Madrid, pues es el refuerzo que viene reclamando Zinedine Zidane desde hace tiempo. Demostró que tiene la madera para calzarse la ‘10’ en el Bernabéu. Fue la figura de la tarde, se arregló con muy pocos balones y sin compañía para tocar. Por él ganó el Chelsea. Fue ‘el’ argumento. Los demás contribuyeron con sudor y orden.
La partida, más que el partido, era predecible. Tanto Conte como Mourinho son dos pragmáticos, dos retranqueiros como dicen en Brasil, jugadores de póquer puestos en el fútbol que calculan cada movimiento del rival. Ambos asumen pocos riesgos, priorizan el bloqueo del oponente por sobre la vocación ofensiva y la creación de juego. Aunque Conte es menos amarrete que el portugués. Era imaginable que en una final en la que ellos dos (y los clubes) se jugaban la temporada, fueran aún más conservadores que de costumbre. Así fue el trámite, y así se definió, 1 a 0, y por un penal. Este fue de Phil Jones al citado Hazard; lo cruzó sin tocar el balón cuando el armador estaba por rematar. Luego hubo otro penal a favor del Chelsea, clarísimo, por mano de Ashley Young en el minuto 70. Pero ahí el joven árbitro Michael Oliver ya no se atrevió. Dos a cero con dos penales tal vez le pareció excesivo, aunque lo vio de lado. Oliver es el juez que dio la pena máxima al Real Madrid en el minuto 90 ante la Juventus.
La cautela de ambos entrenadores se reflejó en las alineaciones: Conte dejó en el banco al brasileño Willian, quien puede romper la monotonía en cualquier instante y juntarse con Hazard; y Mourinho a Lukaku, su artillero con 26 anotaciones. No se entendió que quedaran fuera de la final. Otra decisión que indicaba que no querían exponerse de ninguna forma se dio con los arqueros. En copa venían tapando Sergio Romero en el Manchester y Willy Caballero en el Chelsea (como sucede con Ospina en el Arsenal), pero el sábado Mourinho salió con De Gea y Conte, con Courtois, los titulares en liga. ¿Cómo se sentirán aquellos?
Después de la apertura del marcador (bastante temprana, a los 22) Mourinho tampoco se decidió a mandar la tropa adelante. Pareció que el United solo podría empatar con una pelota parada, un tiro desde afuera o con un centro y cabezazo, no elaborando juego, no está estructurado para eso. Pero ni con aquellos viejos y elementales recursos. En ese escenario cabía esperar al menos un toque individual: que Rashford generara un desborde o bien que Alexis Sánchez inventara una jugada de desequilibrio, pero el chileno (el futbolista con mayor salario de Inglaterra) estuvo con las luces apagadas y cierra un semestre pobre en su nuevo club. Alexis debía ser el Hazard del United, para eso lo llevaron tras pagar una fortuna. Defeccionó seriamente. Es posible que se adapte y levante en el próximo curso.
Antonio Valencia también tuvo una tarde gris, muy pegado a la raya, constreñido a una oscura tarea de recibir y tocar rápido, por lo general hacia atrás, sin atrevimiento para buscar un desborde, una gambeta, una triangulación o un disparo de media distancia. Ni centros sacó, que suelen ser su fórmula. Se benefició de que el Chelsea jugara sin puntero o al menos sin un volante por su sector, y eso le permitió moverse del medio hacia arriba. Aun así, no tuvo trascendencia. El aporte sudamericano fue cero esta vez.
En la segunda etapa se vio más incisivo el equipo de Mou, que fue rojo, pero no diablo. Avanzó con un poco más de convicción, aunque no la suficiente para sacudir la red o herir al Chelsea. Sí hubo un cabezazo de Phil Jones, que motivó una notable tapada de Courtois y una entrada franca de Rashford, que definió al cuerpo del gigante belga. Fueron las únicas ocasiones de peligro cierto. El Chelsea también pudo aumentar: el español Marcos Alonso, solito, perdió el 2-0 por demorarse.
Manchester United termina un año en blanco con dos agravantes: el dineral que gastó en refuerzos que no dieron resultado, al menos hasta ahora (el único que cumplió fue Lukaku, pero no entró en el once titular) y el doblete de su clásico adversario ciudadano, el Manchester City, que ganó la Premier con récord de puntos (100) y alzó también la Copa de la Liga. El único alivio es que clasificó para la próxima Champions, pero para competir con posibilidades debe seguir incorporando. Y en ese plano debe apuntarle a una estrella grande, alguien capaz de cargarse el equipo y armar el juego.
El United terminó la Premier a 19 puntos del City, que fue una máquina. Y el Chelsea, a 30. Se notó en la final. Era el choque de dos millonarios con hambre de triunfos. Y el duelo se definió no porque neutralizaron bien al rival, sino porque se encendió el que tenía más fútbol entre los otros veintiuno: Hazard. Él dibujó la sonrisa del Chelsea. Debería ser una moraleja.
JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
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