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¿Jeckyll o Hyde?

¿Nos tocará el Trump negociador o el impulsivo que nos arrincone por los narcocultivos?

MAURICIO VARGAS
Michael Gerson, sesudo columnista de ‘The Washington Post’, definió el viernes al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, como un ser de doble personalidad, una especie de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, el inquietante personaje de la novela que Robert Louis Stevenson publicó hace 130 años. Jeckyll-Trump es ese brillante empresario capaz de poner su vasta experiencia como negociador al servicio de su país. Hyde-Trump, en cambio, es ese monstruo que tuitea insultos contra mujeres, dirigentes sindicales y gobiernos extranjeros.
Pasé unos días en Washington y, entre otras actividades y por amable invitación del embajador Juan Carlos Pinzón, asistí a una cena que le brindó al exalcalde de Nueva York Rudolf Giuliani, amigo y cercano colaborador de Trump. Aparte de escuchar a Giuliani, conversé con congresistas y periodistas en el evento, lo que, sumado al seguimiento que hago de la transición, me ha dado una idea de cuánta razón asiste al columnista de ‘The Post’.
En estos días, Trump acertó al designar al experimentado general James Mattis como secretario de Defensa, pero se pifió –y muy feo– al nombrar a Ben Carson, un neurocirujano experto en delicadas operaciones para separar siameses, ¡como secretario de Vivienda! Eso para no hablar de la designación de Myron Ebell, un escéptico del cambio climático y reconocido ‘lobista’ de farmacéuticas y compañías de energía, al frente de la agencia de protección del medioambiente (EPA).
Más que aterrarnos e indignarnos, como resulta inevitable, con muchas actitudes de Trump, los periodistas colombianos debemos tratar de descifrar cómo le va a ir a nuestro país con él. Durante muchos años, Colombia ha sido un aliado privilegiado de Washington, lo mismo con gobiernos republicanos que demócratas. El Plan Colombia fue apadrinado por el presidente demócrata Bill Clinton y firmemente apoyado por un Congreso de mayoría republicana.
A uno le puede gustar o no esa cercanía con el Tío Sam, pero ha sido una realidad que permitió recibir alrededor de 500 millones de dólares anuales que sirvieron para enfrentar a poderosos carteles de la cocaína y golpear militarmente a las Farc, grandes aliadas de esos carteles. Como dijo el presidente Juan Manuel Santos, que como ministro de Defensa administró parte de esos recursos, sin el Plan Colombia no habría sido posible arrinconar a las Farc y obligarlas así a negociar su desmovilización.
Pero ese apoyo, que ahora hace falta para el posconflicto –el llamado plan Paz Colombia, negociado con Obama, y con republicanos y demócratas del Congreso–, peligra con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Primero porque Trump cree que Estados Unidos gasta demasiado dinero en ayuda a otros países. Y segundo, porque el descomunal aumento de los narcocultivos en Colombia, que pasaron de 40.000 hectáreas a más de 150.000 en tres años, nos deja en pésima posición ante el nuevo gobierno.
En el tema de la cocaína y otras drogas ilícitas, soy amigo de una legalización general. Pero mientras eso no ocurra y los países desarrollados se limiten a legalizar el consumo de marihuana, hay que jugar con las reglas de la represión. La multiplicación de esos cultivos empodera a las bandas criminales, que se adueñan así de vastas regiones a sangre y fuego y, de paso, nos vuelven vulnerables a las presiones de Washington.
Si tenemos suerte, Jeckyll-Trump exigirá una reducción de esos cultivos a cambio de su ayuda al posconflicto. Pero si no, Hyde-Trump puede amanecer un día de mal genio y sacudirnos a punta de tuits diciendo que si Colombia no reduce esos cultivos, Estados Unidos va a cerrar sus fronteras a las exportaciones colombianas. Suena complicado, pero eso es lo que nos corre pierna arriba con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
MAURICIO VARGAS
MAURICIO VARGAS
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