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Los informales y el trino fácil

Buscan distraernos con pañitos de agua tibia que prometen soluciones populistas del “todo gratis”.

Es una premisa fundamental de la buena medicina que para curar a un paciente es preciso partir de un buen diagnóstico de la enfermedad, que vaya más allá de los síntomas. De la misma manera, para solucionar sosteniblemente los grandes retos sociales que tiene Colombia debemos enfocarnos en lo estructural y evitar quedarnos atrapados en los discursos que se limitan a las manifestaciones más visibles de nuestros problemas.
Son comunes y válidas las múltiples protestas pacíficas, tanto colectivas como individuales, que se presentan frente a dificultades sentidas de los colombianos en torno a temas como la salud, la educación, el desempleo y las pensiones, por mencionar solo los de carácter social más apremiantes.
Nuestro sistema de salud, diseñado para proveer una cobertura universal con base en la solidaridad, ha sido exitoso en ampliar la cobertura cubriendo a la población más vulnerable hasta en enfermedades de alto costo, que hace apenas dos décadas habrían sido una sentencia de muerte. Sin embargo, la cobertura ha crecido más rápido que el despliegue de importantes infraestructuras y que nuestra capacidad de formar profesionales de la salud suficientes para avanzar en calidad con el mismo ritmo.
En materia educativa hemos logrado importantes avances en cobertura. No obstante, esto ha sucedido de manera desigual entre el campo y las ciudades en aspecto de escolaridad, con 5 y 10 años, respectivamente. Además, la calidad educativa, en particular la pertinencia de los conocimientos y habilidades para la inserción laboral, son deficientes para nuestras necesidades actuales. Esto se refleja en altas tasas de desempleo juvenil y salarios bajos.
En lo pensional, la cobertura no ha alcanzado los niveles casi universales de la salud y la educación primaria y secundaria. Lo que es peor, son los colombianos de menores ingresos, sin activos, quienes encuentran más esquiva la posibilidad de una jubilación.
Estos son los síntomas de nuestros retos, producto de un país que ha crecido mucho. En comparación con 1900, hoy somos 20 veces más numerosos, vivimos el doble de años y nos hemos urbanizado (más del 75 por ciento vivimos en ciudades). Detrás de ellos encontramos un patrón común: la informalidad laboral de la mitad de los trabajadores colombianos (en el campo alcanza el 80 por ciento).
Esta es la razón por la cual los sistemas de salud, educativo y pensional sufren de una carencia crónica de recursos. Solo la mitad de la población aporta a la salud, lo cual genera un desbalance que ya supera los 8 billones de pesos. El sistema educativo no logra adaptarse a las necesidades de una economía cada vez más digitalizada. Solo uno de cada tres trabajadores está asegurándose una vejez digna.
Hay quienes buscan distraernos con los pañitos de agua tibia que prometen, a punta de trino fácil, las soluciones populistas del “todo gratis”. Nuestras dolencias requieren de un tratamiento profesional, no de un curandero. Primero, tenemos que adelgazar el Estado para liberar los recursos de gastos innecesarios y dirigirlos a cubrir los faltantes actuales en el sistema de salud. Segundo, necesitamos activar la inversión y atraer capitales con impuestos sensatos, y con estabilidad jurídica y tributaria, de manera que nuestra economía se adapte a las nuevas tecnologías. Tercero, simplificación regulatoria y tributaria para que crear y crecer empresas sea de nuevo posible.
Solo así se crearán los millones de empleos formales que harán viable económica y socialmente la salud, la educación y las pensiones que necesitamos los colombianos.
IVÁN DUQUE
Candidato presidencial
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