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Hormigas de la paz

El diálogo iniciado entre Néstor Martínez y Álvaro Uribe debe ser bienvenido.

No fumaron la pipa de la paz. Compartieron sí un paquete de hormigas culonas en un encuentro que puede calificarse como la noticia política del año. ¿Exageración? Si la reunión del miércoles pasado entre el superministro Néstor Humberto Martínez y el expresidente y senador Álvaro Uribe conduce al establecimiento de canales de diálogo entre el Gobierno y el principal partido de oposición, se habrá dado un paso de enorme significado para el proceso de paz y los mismos desarrollos de la democracia.
Existen, pues, dos aspectos de suma importancia que deben destacarse de dicho encuentro. El primero, de carácter general, se identifica con la naturaleza de las relaciones entre Gobierno y oposición en toda democracia. El segundo es central a las posibilidades de sellar con buenos éxitos las negociaciones de La Habana.
Históricamente, no ha sido fácil concebir el papel de la oposición. No es un problema exclusivo de colombianos. Partidos y facciones fueron en sus orígenes malas palabras dondequiera que el gobierno representativo ganase arraigo. Pero a partir de la década de 1840, la noción de la legitimidad de la oposición comenzó a ser aceptada en Estados Unidos.
La discusión entre nosotros fue también temprana. Hubo debates de prensa sobre la idea de la oposición por lo menos desde las elecciones presidenciales de 1836. Sin embargo, aquí como en todo el mundo el recorrido de las relaciones entre Gobierno y oposición ha sido en momentos tormentoso, con episodios de polarización que desembocaron en guerras civiles.
Los ímpetus revolucionarios, acompañados de fanatismo dogmático y amenazas de violencia, desdibujaron siempre el papel de la oposición. Existe así un legado conceptual que solo sabe imaginar las relaciones Gobierno-oposición como lucha extrema entre enemigos con visiones irreconciliables. Este legado privilegia el insulto por encima del diálogo civilizado, sin otorgarle valor a la conciliación.
Existen, no obstante, legados alternativos que los colombianos deberíamos conocer mejor. Baste señalar la obra intelectual y política de Carlos Arturo Torres, o la experiencia del movimiento republicano liderado por Carlos E. Restrepo. Hay en ellos enseñanzas que deberíamos hacer más propias al reimaginar la cultura política del país. Son legados que, además, se ajustan muy bien a la forma como las democracias liberales, en su desarrollo histórico, han logrado concebir efectivamente las relaciones entre Gobierno y oposición.
Según EL TIEMPO, la última vez que el presidente Santos se reunió con el expresidente Uribe fue en enero del 2011. Han sido más de cuatro años no solo de distanciamiento, sino de falta de diálogo entre el Gobierno y el principal partido de oposición, en una atmósfera de constante crispación.
La reunión entre el superministro Martínez y el expresidente Uribe tendría que servir de oportunidad para reconsideraciones intelectuales sobre las relaciones entre Gobierno y oposición en democracia. Sobre todo, para poder garantizar un horizonte en paz con las negociaciones en La Habana.
Importa insistir, aunque parezca de Perogrullo, que dialogar no significa claudicar (ni para el Gobierno ni para la oposición), mucho menos adherirse al contrario. La Comisión Asesora para la Paz podría ser, por supuesto, un órgano adecuado para que el Centro Democrático y el mismo Uribe entablasen diálogos con el Gobierno. Pero tendrían que existir canales más directos, como el que parece haberse abierto en la reunión reciente con el superministro.
Muchos preferirán tal vez seguir echándole leña al fuego. Pero el diálogo iniciado entre Martínez y Uribe alrededor de las hormigas culonas debe ser bienvenido.
Eduardo Posada Carbó
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