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Perfil de un sabio

El conflicto de un escritor en una cultura de habla castellana, pensando en catalán toda la vida.

Ramón Vinyes, el sabio literato de ‘Cien años de soledad’, nació en Berga (Cataluña), el 8 de mayo de 1882.
Durante décadas, hasta sus últimos días, el estudioso francés Jacques Gilard nos develó distintos matices de la personalidad del llamado sabio catalán, reconstruyéndolo como un creador de humor, irreverente y fecundo, que se enfrentó a los poderes de por allá y por acá.
Según Gilard, Vinyes fue un demócrata republicano, un ser combativo que observó el poder desde lo popular: “Y pensar que somos un pueblo que quiere tener teatro”.
Gilard lamentó la pérdida del diario de Vinyes, un poeta que no cantó a los poderosos e insistió en que se contaran historias nuestras, como la de la mujer que pide no matar más caimanes porque su hijo se había convertido en uno.
Sin duda, ese relato es sustrato de la leyenda del hombre caimán.
Vinyes habría sido, pues, la irreverencia, la risa de la revista ‘Voces’, el hombre sarcástico que se mofaba de sus propios colegas. “Se burlaba hasta de aquel Pérez Domenech, que no era siquiera catalán sino más bien castellano”, diría Gilard, refiriéndose a un personaje de la radio barranquillera.
Vinyes criticó la manía de coronar poetas por parte de la gente en el poder y se burló, en secreto y a voces, de la intelectualidad local.
También, según Gilard, el sabio habría dicho en algún texto que Luis Eduardo Nieto Arteta “no leía los libros que comentaba” y que Germán Arciniegas “posaba de rebelde para entrar al sistema”.
A su regreso, en 1939, expresó que Amira de la Rosa, era “vanidosa y acrinolinada, como siempre” y, en su primera época barranquillera, que José Félix Fuenmayor, autor de la novela ‘Cosme’, “quiere hacer crónica a lo Anatole France y narrar una vida como un viejo sabio que aplica ciencia al cuento: no le resulta”.
Desde ‘Crítica’, dirigida por Jorge Zalamea, Vinyes habría señalado a la revista ‘Mito’ como oficialista y a su director, Jorge Gaitán Durán, como un continuador de Arciniegas.
Fue Eduardo Zalamea Borda, primo de Jorge Zalamea, quien desafió desde ‘El Espectador’ a los cuentistas nacionales y abrió por ende el espacio de ese diario a los tres primeros cuentos de García Márquez.
Eduardo habría escrito también la mejor nota necrológica sobre el mismo Vinyes, quien, desde su mesa de café, impulsó la fecundidad de los jóvenes autores de entonces, llamándolos a la rebeldía y al rechazo de concesiones.
En 1947, a un año de conocerlo, Vinyes exaltó las calidades de Gabriel García Márquez en ‘La otra costilla de la muerte’. “Un buen cuento (...) Pus, noche, filosofía. Bien barajado”.
Jacques Gilard identifica en Ramón Vinyes el profundo conflicto de un escritor que influye en una cultura de habla castellana, pero sigue pensando y escribiendo en catalán toda la vida. No obstante, su primer cuento, ‘Un caballo en la alcoba’, lo escribe en castellano poco antes de morir en Cataluña y lo dedica a García Márquez, quien lo publicará en ‘Crónica’, la revista del grupo.
Lo dijo también Gilard sobre la singular parábola vivida por Vinyes entre dos mundos, dos historias, dos culturas, dos idiomas, dos lugares: “Cataluña fue la patria, y la tierra de la creación artística. Barranquilla fue el mundo donde se podía actuar y sembrar; un mundo por el que sintió más de una vez desprecio o impaciencia, pero en el que, a pesar de todo, algo se podía hacer y donde en efecto hizo mucho; en todo caso, más de lo que jamás sospechó. El conmovedor detalle del pasaje póstumo indica al menos que Ramón Vinyes murió (5 de mayo de 1952) reconciliado con la ciudad que hasta ahora había sabido mantener su recuerdo. Porque con sus amigos no hubo nunca la menor ruptura”.
HERIBERTO FIORILLO
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