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Más democracia

Insisto en la educación. Todavía creo que una mala democracia es mejor que una buena dictadura.

Escribo esta columna sin saber qué candidatos van a una segunda vuelta o si ya tenemos un nuevo presidente los colombianos.
Escribo en domingo, después de haber ido a votar. He sido uno más en la fila democrática. No sé qué tanta fuerza tenga el aspirante por el que deposité mi voto. Ojalá sea uno de los ganadores.
En todo caso, creo que solo la educación podrá ayudarnos a construir un gran país y solo con educación estarán las nuevas generaciones en capacidad de solucionar los problemas que nos aquejan como nación.
La educación nos comprobará con seguridad si es la democracia el mejor sistema político que existe y si es susceptible de fortalecerse, de ir más allá, de no conformarse con ofrecer la instancia donde se realice cada cuatro años un evento más de elecciones periódicas; de lograr, en cambio, transformarse en un sistema de mayor participación ciudadana.
Muchos colombianos salieron a votar ayer no a favor de un candidato, sino contra otro. El miedo y el odio fueron los sentimientos que más gente movilizaron este domingo a las urnas, por Petro y contra Petro, por Duque y contra Duque.

Creo que solo la educación podrá ayudarnos a construir un gran país y solo con educación estarán las nuevas generaciones en capacidad de solucionar los problemas que nos aquejan como nación.

Aquí debemos mencionar otro discutible factor de poder que pudo haber arrojado un ganador distinto para competir en la segunda vuelta. Me hablaron siempre de la ‘maquinaria’ que habría ubicado al exvicepresidente Germán Vargas Lleras como uno de los dos candidatos para disputar la silla presidencial en próxima elección, desbancando a Petro o a Duque. La ‘maquinaria’ habría sido un viejo y efectivo engranaje político público-privado que, más allá de campañas y ‘mermeladas’, sale a convocar y movilizar votantes mediante métodos tradicionales que no siempre están dentro del canon.
No lo sé. No sé quién ganó ayer. O no sabía quién iba a ganar el mismo día en que escribí esta columna, pero el saberlo hoy solo convierte mi escrito en una sincera especulación extemporánea.
Insisto en la educación. Todavía creo que una mala democracia es mejor que una buena dictadura, porque no existen, quiero pensar, las buenas dictaduras, así me digan que el 53 % del mundo habita algunas y que un 70 % de los adolescentes latinoamericanos manifestó que aprobaría un gobierno dictatorial si este les trae orden, seguridad y dinero. Pragmáticos los chinos, con intereses personales por encima de todo. Primero ellos que América.
Algo hacemos mal los mayores. No damos buen ejemplo. No incluimos, en los pénsumes educativos de nuestros colegios, temas relacionados con la participación política formal ni con la ética, ni con la cívica.
Los muchachos dicen confiar en la escuela y las fuerzas armadas, pero no en las instituciones políticas. Entre más conocimiento cívico tienen, más desconfianza sienten por lo político y lo gubernamental. Casi el 38 por ciento de los latinoamericanos dijo apoyar también un golpe de Estado si eso ayuda a combatir el crimen y la corrupción.
De modo que me equivoco al suponer que el mundo entero quiere vivir en una democracia. La desaparición de las dictaduras no parece ser un ideal para todos. Cosa humana, la misma reelección presidencial evidencia el deseo dictatorial, la tendencia a mantenerse en el poder, a amañarse con él, a no soltarlo con la excusa de que un solo período de cuatro o cinco años no es suficiente para lograr cambios radicales.
No sé cuáles hayan sido los resultados electorales, pero hago votos porque los colombianos hayamos votado en libertad, después de reflexionar sobre los candidatos y nuestras esperanzas. Y porque reiniciemos hoy mismo la búsqueda de mecanismos cada vez más participativos y democráticos.
La verdad, votar cada cuatro años es insuficiente.
HERIBERTO FIORILLO
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