¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Las guerras de Trump

Imposición imperial en lugar de libre comercio. Proteccionismo en lugar de globalización.

En su discurso de posesión, Donald Trump anunció entre líneas una guerra económica que Estados Unidos desataría, contra las demás naciones, por los mercados del mundo.
Su primera decisión es que no seguirá gastando el dinero de su patria en otros países, sino dentro de sus fronteras (lo que justifica todos los muros), y si algo deja claro, es que ejercerá en pleno su egoísmo en las relaciones internacionales.
En cuanto a su ‘política’ interna, desde que inició su carrera por la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump aseguró otra guerra al dividir en dos a los compatriotas de su país: los que le creen a pie juntillas todo lo que diga, porque les dice lo que quieren oír, y los demás, esos que lo perciben como un sociópata nacionalista, fascista, simpatizante del Klu Klux Klan, hastiado de la democracia.
Debe ser un gran negocio vender armas, porque este nuevo presidente de Estados Unidos no llegó a su posesión con un lenguaje que estableciera puentes entre los que están con él y los que se le oponen. Por el contrario, su discurso ahondó en contradicciones belicistas, incluyendo la lucha de clases, términos de una retórica que la militancia comunista ha compartido a lo largo de la historia con el nacional socialismo y que Trump utiliza contra la burocracia y la inutilidad de la política, representada en sus antecesores, incluido Barack Obama, que solo aplaudió las palabras de su sucesor cuando este dio vuelta al final del discurso y se encontró a pocos centímetros de él. Hipocresías del protocolo. Los Clinton también se vieron muy incómodos.
Advertidos estamos: este primer mandatario no llegó en paz. En el mismo instante en que daba su discurso, centenares de seguidores suyos se enfrentaban a manifestantes demócratas en las calles de Washington. Era la otra guerra de este Trump billonario que empieza a comandar ahora una ‘lucha de clases’ dentro de su país y que promete un ataque económico mundial contra las naciones que no estén dispuestas a aceptar sus términos de negociación. No es palabrería suya, Trump se declara un hombre de acción. Los que hablaban y no hacían eran los políticos. Lo suyo es matoneo al más alto nivel.
En su discurso, Trump une esas dos guerras cuando explica que los políticos de su país han arrancado la riqueza de la clase media estadounidense para dársela al mundo. Esos son, entonces, sus dos enemigos, los dos culpables de la terrible situación que atraviesa su ‘América’: adentro, los políticos y, afuera, el resto del mundo.
Imposición imperial en lugar de libre comercio. Proteccionismo en lugar de globalización. América para los americanos, el mundo para los americanos. Trump quiere los mercados no para liberarlos, sino para someterlos. Y todo lo hará a nombre de los ciudadanos estadounidenses más pobres, el pueblo que él representa y en el cual incluye, con seguridad, a los militares que ocupan su gabinete.
Porque un matón, dice Google, es una persona que presume de valiente y resulta propensa a pelearse y a intimidar a los demás. Y estas dos guerras suyas se dispone a ganarlas Trump, si no es suficiente su matoneo, con el respaldo del ejército, la policía de los Estados Unidos y, sobre todo, con el mismo Dios, que es por supuesto, estadounidense, ni siquiera norteamericano. Trump jamás aceptará que Dios sea canadiense, mucho menos mexicano, países con los que él exige renegociar sus tratados.
Con eso, me queda muy claro su discurso, tan claro como su sintomatología: estamos frente a un sociópata, un egoísta, un consumado practicante del matoneo que no muestra empatía por otros ni remordimiento de sus acciones. No sigamos a la espera. Mucho cuidado con ese tipo.
HERIBERTO FIORILLO
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción