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En modo fútbol

Le sugerimos a Pékerman que ordene al equipo realizar prácticas de disparos precisos al arco.

Es lunes después de Semana Santa, y el fútbol irrumpe en nuestra vida con interés inusitado.
No iremos al Mundial de Moscú porque hace por allá mucho frío y, la verdad, nos hemos acostumbrado al fútbol en pantalla gigante por televisión. Los partidos, en el lenguaje a 16 o 24 cámaras, nos resultan mucho más atractivos, recursivos y cómodos. Nada como ver los encuentros con amigos en nuestra cueva particular.
La felicidad perfecta como tele-hinchas la alcanzaremos, sin embargo, cuando los locutores nacionales dejen de narrarnos los partidos de fútbol por televisión como lo hacían por la radio.
El adefesio narrativo nació cuando, acostumbrados a las transmisiones radiales, los fanáticos que empezaban a ver a su equipo en la pantalla chica comenzaron a echar también de menos la apremiante emoción de sus locutores preferidos.
La absurda solución, que degeneró en epidemia nacional, fue silenciar el televisor y acompañar la transmisión de las imágenes con la voz ansiosa de la radio, en un híbrido no patentado pero asumido como propio por ciertos telenarradores.
Otra corrección que debería aplicarse a los partidos por televisión sería la de no mostrar cuñas comerciales mientras el balón esté en juego. Al parecer, no se ha podido convencer a los anunciantes de que nada fomenta tanto el rechazo a sus marcas como cuando estas impiden a los televidentes seguir el juego.
En poco más de dos meses, el próximo 19 de junio, Colombia jugará en Mordovia (Rusia) su primer encuentro del Mundial, contra Japón. Luego, contra Polonia el 24 y cuatro días después sabremos, al término de nuestro partido contra el incansable Senegal, si clasificamos por ese grupo a los cuartos de final.
Creo que tenemos con qué avanzar en la clasificación. Contamos con jugadores virtuosos, y respira pundonor nuestro seleccionado, orientado por un buen entrenador.
A propósito, con el respeto que nos merece el saber estratégico de José Pékerman, le sugerimos que ordene al equipo realizar, a toda hora, prácticas de disparos precisos al arco. A nuestros muchachos les sobran ganas, pero les falta puntería.
Que Pékerman los ponga también a ensayar, una y otra vez, cómo recibir y controlar la pelota, para evitar que no les dé en el cuerpo y la reciba de rebote el contrario. Es imprescindible que nuestros jugadores reconozcan a sus compañeros y no los confundan con los rivales en las entregas de balón.
Si se impone la lógica, y lo que debe ocurrir ocurre, a la segunda ronda del mundial ruso clasificarán Brasil, Argentina, Uruguay, España, Francia, Alemania y Colombia. Selecciones latinoamericanas que la tendrán más difícil: Costa Rica, México y Perú.
Me gusta el fútbol y sigo al Junior, el equipo de mi ciudad, pero no le rindo tanto culto como mi vecino el señor Rangel, que se enfunda la camiseta del cuadro barranquillero, aun en fechas que no juega. No lo he visto jamás vestir la camiseta de Colombia, casi no se pierde un partido del Junior de local y, cada vez que puede, lo acompaña en sus encuentros de visitante.
Es tan juniorista el señor Rangel que suplica al cielo no permitir que Víctor Cantillo y Jimmy Chará, jugadores del Junior, sean convocados en definitiva a la Selección Colombia.
“Eso perjudicaría a nuestro equipo. Sin Cantillo y sin Chará, mi Junior es otra cosa”, nos argumentó con terquedad.
Es tan juniorista el señor Rangel que prefiere a los tiburones ganadores de la Copa Libertadores de América que a Colombia campeona del mundo.
Ya empezó a comerse las uñas el señor Rangel porque pasado mañana, su Junior juega contra el Boca Juniors, de Argentina, en la legendaria Bombonera.
HERIBERTO FIORILLO
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