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En Barranquilla, las ratas están de fiesta

Son varias las ilegalidades que tienen sometida a Barranquilla. Hay que poner el dedo en la herida.

Héctor Pineda
Los colombianos son dados a la gimnasia retórica en la cual, más que la esencia, se debate sobre las formas. Se dedican a pulir un verso mientras el mundo se desporrondinga, palabras más palabras menos, dijo con acierto el poeta.
Hilvanando las informaciones que se conocen por ‘radio bemba’, fuente de mayor credibilidad porque, se sabe, la institucionalidad está atrapada en una inadecuada “matriz” de evitar enlodar la condición de “buen vividero” de la ciudad, como también, como lo dijo un analista del acontecer local, “por estar comprometidas con el entramado de las alianzas, cada día más fuerte, de la dirigencia local, con las disputas por el control de los negocios y de los territorios por los que se mueve y circula la que Jaime Bonett llamó la economía espuria que sostiene el crecimiento de Barranquilla”.
Siendo así el “vividero”, el sábado en las horas de la madrugada, después de la visita de varios candidatos presidenciales (todos de la orilla alternativa), un artefacto explosivo fue detonado en las inmediaciones de una estación de policía en un populoso barrio de la ciudad y, casi sincronizado, un camión de valores fue robado en el borde metropolitano, para no hablar del pánico y las múltiples conjeturas que se desataron en las redes sociales, incluida la publicación indebida de las fotos perturbadoras de las víctimas. Nueve policías masacrados, varios heridos, un guardia del camión muerto y otro herido. En la madrugada del otro día, cuando aún las autoridades no atinaban a devolver la tranquilidad ciudadana extraviada, en el municipio metropolitano de Soledad arrojan otro artefacto mortal con saldo de heridos y muertos.
Los llamados a la tranquilidad, el disfraz de policía de las autoridades, la atropellada visita presidencial, los anuncios de “parar la rumba carnestolenda” o, por el contrario, de seguir como si nada con el jolgorio, entre otras reacciones, de nada han servido para detener la demencial dinámica de violencia desatada contra la ciudad y la institución policial.
De nada sirve intentar tapar el sol con las manos. Los negocios ilícitos del narcotráfico (con carteles domésticos y extranjeros), el contrabando, trata de personas, producción ilegal y comercialización de licores, zonas francas y puertos privados de salida y entrada de precursores, localización de cristalizadores en el área territorial metropolitana, control de juegos ilegales para el lavado de activos (la ‘Gata’ en casa por cárcel), sacrificio y comercialización ilegal de carnes, extorsión (“pagan o le volvemos la ciudad una mierda”, advirtieron los gatilleros) son algunas de las ilegalidades que tienen sometida a Barranquilla.
Pero, aunque duela, hay que poner el dedo en la herida. Se sabe de alianzas de servidores públicos ligados a la Administración Distrital, políticos, infraestructura portuaria y de zonas francas al servicio del delito, en fin, un entramado perverso que se tensiona y explota (excúseme el símil), molestos por la acción contundente de la policía, que, entre otras acciones, capturó a alias el ‘Happy’, de la banda del ‘papá López’ en el Carmen de Bolívar; ha desmantelado ollas en la zona costera, desarticulado clanes locales y otros como el ‘clan del Golfo’, efectuado decomiso de precursores y alijos de droga y dinero en cantidades superiores a los reportadas (dicen en voz baja), entre otros golpes propinados por la policía a la criminalidad, razón por la cual están alebrestados.
Así pues, cuando la eficacia policial se hace sentir, salta la liebre y, mediante un comunicado, el Eln se reivindica los atentados, según justifican, para defender a los más pobres. Semejante estupidez abona el terreno a las opciones radicales de “mano dura” y aleja la profilaxis urgente que desactive la alianza de mafias, políticos, autoridades estatales y corrupción, como lo está haciendo la policía. Con las atrocidades de los ‘elenos’, las ratas están de fiesta.
HÉCTOR PINEDA
* Constituyente de 1991
Héctor Pineda
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