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Hay que escoger un lado

Los soldados alegan que se sintieron confiados desde que Santos prohibió los bombardeos aéreos.

A ver. De qué lado estamos los colombianos. ¿Del de las Farc, o del Presidente? Operativamente no hay sino uno de esos dos lados, sin puntos intermedios. Escojo estar del lado del Presidente, a pesar de que se ha equivocado. Pero mucho más gravemente se han equivocado las Farc, que le han demostrado a la comunidad internacional por qué no se puede confiar en ellas.
Hay que apoyar al Presidente. No solo para que resuelva qué va a hacer en La Habana, sino cómo manejará el episodio de la masacre de nuestros soldados, que tiene sumido en la pena al país e indignado al Ejército. No debemos dejarnos vender el cuento de que la culpa de la muerte de los 11 soldados víctimas de la falta de palabra y de la cobardía de las Farc, que es un plan deliberado para que el Gobierno se someta a la insensatez de un cese bilateral del fuego, es culpa del Presidente, porque no lo es.
Aunque a primera vista pareciera que sí. Luego de ordenar parar los bombardeos, era solo cuestión de días que el Ejército se viera enfrentado a una encrucijada semejante, en la que necesitaría apoyo aéreo como un disuasivo o como un contragolpe. Esta vez una tormenta eléctrica no permitió la ayuda. ¿Qué habría pasado si las condiciones del clima la permiten, y la Fuerza Aérea hubiera llegado a tiempo?
La sola duda obliga al Gobierno a recapacitar acerca de su ingenuidad. Las Farc históricamente se han caracterizado por haber traicionado todos los intentos del pasado de desescalar el conflicto. De ahí el reclamo de los soldados, como lo dijo ante las cámaras de TV uno de los sobrevivientes de la masacre: “Presidente, sin el apoyo aéreo, los que vamos a pie en esta guerra somos nada”.
Los soldados alegan que se sintieron confiados desde que Santos prohibió los bombardeos aéreos en respuesta al cese del fuego de las Farc. Dicen que transmitió a la tropa la falsa expectativa de que podían dormir a la intemperie, sin que existiera el peligro de que los fueran a atacar. Si es así, el Presidente tiene que revisar sus mensajes. Esa suposición jamás la puede hacer un ejército en guerra.
En esta cadena de errores, hay que decir también que, días antes, el Gobierno prohijó una marcha cuyos líderes, Petro y Piedad Córdoba, habían movilizado cientos de buses llenos de campesinos a todas las cabezas municipales del país, engañando a los adeptos con que marcharían por las víctimas. Pero para la Farc, como lo dijo ‘Timochenko’ hace tres días en un comunicado, “el Gobierno sabe bien que las principales consignas levantadas por los marchantes se relacionaban con la urgencia de firmar desde ya un cese bilateral del fuego”. Es decir que el Gobierno se comprometa a no perseguir más a las Farc. Si ese era el propósito, por lo menos no debieron inducir a policías vestidos de civil a marchar para ese fin, abiertamente político, convencidos de que homenajeaban a sus víctimas. En cambio, qué contradicción, a algunos de los familiares que se atrevieron a hacer un plantón por sus víctimas, soldados muertos o heridos en el Cauca, se les exigió entregar en un término de 10 días las casitas fiscales del Cantón Militar Pichincha. Semejante error, justificado con que su dolor irrespetaba “el manual de convivencia”, que tiene prohibida “cualquier reunión con fines políticos y religiosos”, solo puede explicarse por el atortole que presupone un ejército enfurecido. Pero, en cambio, ¿sí se podía mandar a la Policía a marchar por las Farc?
Los ciudadanos estamos llamados a apoyar como hermanos ese dolor de nuestras Fuerzas Armadas. Pero no a ahondarlo contra el Gobierno. Las únicas culpables acá son las Farc y la guerra que libran contra nosotros. Aunque el Presidente se haya equivocado, gústenos o no, Juan Manuel Santos es lo que tenemos. Él es el Presidente de la República. Él es la institucionalidad. No les podemos entregar en bandeja de plata su cabeza a las Farc, haciéndolo blanco de los ataques de responsabilidad. Sería una equivocación muy grave, que no puede cometer el país. O por lo menos los que estamos de este lado.
Entre tanto... La incansable periodista Martha Soto hizo el milagro de devolverle el rostro a Natalia Ponce.
María Isabel Rueda
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