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¿Hasta dónde resistirá Maduro?

Medidas tomadas por EE.UU. apuntan a debilitar un régimen que tiene al país sumido en desesperanza.

José Miguel Alzatemarzo 30 de 2015, 01:57 A.M.

¿La crisis económica que vive Venezuela podrá ser el detonante para que un presidente inepto como Nicolás Maduro se vaya del poder? Esta es la esperanza de los demócratas de América Latina. Pero parece difícil que así sea. La patria de Bolívar no se merece la suerte de tener al frente de sus destinos a un hombre sin la preparación académica necesaria para enfrentar los retos de una economía en bancarrota. Los culpables de la difícil situación que en este sentido vive Venezuela no son otros que quienes, a nombre de una revolución fallida, dilapidaron la riqueza petrolera en una política asistencialista que lo único que buscaba era comprar conciencias para mantenerse en el poder.

Quince años del chavismo en el poder solo han servido para el enriquecimiento de unos dirigentes corruptos que poco conocen del manejo del Estado. Las revelaciones que se han hecho sobre los dineros en bancos del exterior tanto de los familiares del fallecido Hugo Chávez como de varios líderes que han acompañado ese proceso demuestran que se han aprovechado del país para beneficio propio, sin importarles las dificultades que, por la escasez de alimentos, viven los venezolanos. Que el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, sea considerado dueño de una enorme fortuna, como lo han revelado varios medios internacionales, es prueba del saqueo a que ha sido sometida la nación por parte de los dirigentes chavistas.

La polarización que vive Venezuela es producto de unas políticas excluyentes que han dado al traste con el desarrollo. Venezuela es un país donde la iniciativa privada no encuentra estímulos para crear empresa, donde la inversión extranjera se ha ahuyentado por temor a las expropiaciones, donde las libertades democráticas han sido conculcadas y donde la libertad de prensa está seriamente amenazada. Una nación así no ofrece garantías a la inversión. Sobre todo, cuando se sabe que la protesta ciudadana es considerada un delito y que los líderes opositores son apresados para impedir que en su discurso denuncien los excesos del gobernante. La detención de Antonio Ledezma confirma que el gobierno de Nicolás Maduro no respeta a la oposición.

En una medida que autoriza el uso de la fuerza para hacer frente a las manifestaciones de protesta contra el Gobierno, el pasado 27 de enero el Ministerio de Defensa venezolano emitió la Resolución n.° 0086610, donde se establece un nuevo modelo de control militar del orden público. Allí se autoriza el uso de armas letales para evitar los desórdenes callejeros. La fuerza pública quedó habilitada para disolver las manifestaciones públicas mediante el uso de armas de fuego, para, según la resolución, defender a la autoridad legítimamente constituida. Esta es una medida extrema para silenciar a la oposición. La toman los regímenes opresores para acallar el descontento social. Con ella, Nicolás Maduro comprueba que no respeta los derechos humanos.

¿Hasta dónde resistirá Nicolás Maduro la presión internacional que ya empieza a sentirse para que abra las puertas a una transición en el poder? Las medidas tomadas por el Gobierno de los Estados Unidos apuntan a debilitar un régimen que tiene al país sumido en la desesperanza. El desabastecimiento de productos de primera necesidad tiene a los venezolanos en estado de alerta. Las largas colas en los supermercados para adquirir artículos de la canasta familiar están colmando la paciencia ciudadana. Lo mismo la inseguridad que se registra en las calles. ¿Podrá Nicolás Maduro sostenerse en el poder en un país asfixiado por una inflación mayor al 65 por ciento? La verdad es que la debacle en los precios del petróleo tiene a su gobierno en la cuerda floja.

Venezuela necesita recuperar su tradición democrática. Un gobierno dictatorial como el que impuso el fallecido Hugo Chávez, y que quiere prolongar su sucesor, no le conviene a los países de América Latina. Aunque Unasur trate de mostrar al país bolivariano como una democracia participativa, la verdad es que en Venezuela gobierna un autócrata que está dispuesto a recurrir a las armas para sostenerse en el poder. Maduro es una burda caricatura del líder desaparecido. Ni siquiera tratar de imitar el tono de voz de Chávez le ha servido para consolidarse como un mandatario capaz de conducir al país por senderos de prosperidad. Ante su incapacidad como gobernante, Maduro debe recurrir a imaginarse golpes de Estado que solo están en su cerebro.

José Miguel Alzate

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José Miguel Alzatemarzo 30 de 2015, 01:57 A.M.