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2018

Santos sabe que su misión es dejar la paz hecha, que gane el 'sí' y que las Farc abandonen las armas. Del posconflicto se encargarán otros.

Gustavo Duncan
Las demoras en alcanzar un acuerdo definitivo en La Habana han estirado tanto los plazos que poco tiempo tendrá el gobierno de Santos para poner a andar el posconflicto. A los pocos meses de que comiencen a implementarse los acuerdos, vendrán las campañas para el Congreso y, más importante, para la presidencia. Casi no habrá espacio para que el Gobierno pueda implementar una política de largo plazo en aquello que se presentó como el motivo central de la negociación: la construcción de la paz territorial.
Sin importar cómo se aborde el posconflicto, las políticas de Santos inmediatamente van a estar en tela de juicio por candidatos en campaña, quienes además muy pronto van a ocupar los altos cargos del Ejecutivo y del Legislativo. Es una situación muy distinta a la corriente, cuando la implementación de una agenda de gobierno coincide con el inicio del mandato. Hay tiempo para corregir lo que sale mal, incluso de aprender qué funciona y qué no, a través de la más básica estrategia de prueba y error.
En la implementación de los acuerdos de paz, ese plazo no existe. Cualquier decisión equivocada o impopular, propia de políticas en su fase inicial de ejecución, va a ser inmediatamente utilizada en las campañas de la oposición. Serán la justificación perfecta para cambiar las políticas existentes de implementación de los acuerdos.
Más aún, para Santos lo prioritario no va a ser que las políticas de implementación sean populares, sino que cuando se anuncien no sean tan impopulares que propicien una derrota en el plebiscito. Sabe que su misión es dejar la paz hecha, que gane el ‘sí’ y que las Farc abandonen las armas. Del posconflicto se encargarán otros.
Y no hay una hoja de ruta asegurada. Las trayectorias van a ser muy distintas dependiendo de quién gane. Por más que se eleve la categoría jurídica de los acuerdos a tratados internacionales o a bloques constitucionales, el futuro de los desmovilizados en la política, de los terceros en la justicia transicional, de la sustitución de cultivos, del fondo de tierras para los campesinos, de la construcción de memoria y verdad, etc., va a ser muy distinto de acuerdo con quién sea el presidente. Mucho hay de Vargas Lleras a Petro, por mencionar solo los extremos.
Desde hace mucho tiempo, una elección presidencial no era tan importante. En el 2018 el país se jugará la imposición de un rumbo que marcará las décadas venideras.
Gustavo Duncan
Gustavo Duncan
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