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El Festival Hay y la paz

Coetzee, Rushdie y Reiff nos dejaron reflexiones útiles para nuestro proceso de reconciliación.

Guillermo Perry
El fin de semana pasado terminó el Festival Hay en Cartagena. Este evento constituye una gran fiesta intelectual que cubre muy variados temas. Me referiré solo a algunas reflexiones de los dos grandes invitados en esta ocasión (los novelistas J. M. Coetzee, de Sudáfrica, y Salman Rushdie, de la India) y del reportero de varias guerras David Reiff, que considero útiles para el complejo proceso de reconciliación que atravesamos hoy en Colombia.
La obra de Coetzee está marcada por las heridas que dejó la brutalidad del régimen del ‘apartheid’ en Sudáfrica. Son el telón de fondo de sus novelas autobiográficas (‘Infancia, Juventud, Verano’) e inspiran sus profundas reflexiones sobre la intimidación, el fanatismo y la libertad presentes en otras de sus obras (‘Esperando a los bárbaros’, ‘El maestro de San Petersburgo’, ‘Elizabeth Costello’). En Cartagena, al principio del diálogo con su editora, leyó un texto suyo en el cual una mujer sufre la humillación del terror infundido por un perro que le ladra con odio y furia cuando pasa cada día frente a la reja rumbo a su trabajo. Cuando se queja ante sus dueños, solo recibe una respuesta displicente. El escrito muestra vívidamente cómo, aun a través de hechos aparentemente banales como este, frecuentemente somos agredidos o agredimos a otros. El mensaje es que una reconciliación plena exige cambiar nuestras propias conductas.
En contraste con el rigor frío de Coetzee, Rusdhie, el autor de ‘Los hijos de la medianoche’ –libro magistral, que, en palabras de Juan Gabriel Vásquez, es la mejor apropiación que se ha hecho del realismo mágico de Gabo–, nos maravilló con su inteligencia rápida y humor flemático. Al responder sobre los años de persecución que sufrió por la condena a muerte que le impuso el ayatola Jomeini –por su libro ‘Los versos satánicos’–, Rushdie dejó en claro que estas son consecuencias del fanatismo y el poder excesivo de algunos líderes y que no se puede culpar de ello a toda una cultura, como la árabe, o a toda una religión, como el islam, como se está haciendo peligrosamente en Occidente.
Esta fue una excelente introducción a su última obra, la ‘Decadencia de Nerón Golden’, que se ha interpretado como una parodia de Trump, dados los excesos en que este ha incurrido en su política antiinmigración contra pueblos musulmanes. Rushdie señaló, sin embargo, las diferencias de su personaje con Trump. Según él, Nerón Golden es un hombre complejo, con muchos defectos y virtudes, a quien se puede querer a pesar de temerle, mientras que Trump es un hombre unidimensional y fanático, a quien solo se puede temer.
Concluyó diciendo que la tolerancia surge cuando reconocemos que aunque el adversario tenga una ideología política o religiosa diferente de la nuestra, es también un padre y un vecino con quien compartimos muchos otros problemas, actitudes y sentimientos. El mensaje es obvio: si reconocemos la diversidad de arenas en las que tenemos intereses comunes con nuestros contendores políticos o religiosos, no los veremos como simples enemigos y será posible reconciliarnos. Y, añado yo, evitaremos que quienes procuran movilizarnos políticamente a través del miedo o de nuestras convicciones religiosas exacerben nuestros ánimos y nos conviertan en títeres o víctimas de sus propias pasiones y posiciones extremas.
Por su parte, Reiff sostiene que su experiencia directa como corresponsal en muchas guerras en todo el globo lo ha convencido de que los ejercicios por construir una memoria colectiva histórica son inútiles (pues hay memoria individual, pero no colectiva) y peligrosos (pues pueden ser el origen de nuevas fricciones). Asimismo, que si hay que escoger entre paz y justicia, no deberíamos dudar un instante en escoger la paz. Son opiniones polémicas, pero hay que tomarlas en cuenta.
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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