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A Dios lo que es de Dios

Las iglesias cristianas decidieron que su reino es de este mundo: deben al menos pagar impuestos.

Guillermo Perry
Les deseo a mis lectores una feliz Navidad. Pero, además, quisiera compartir una reflexión sobre la creciente participación de las iglesias cristianas en la política colombiana, provocada al contemplar los maravillosos frescos de la capilla Brancacci, en Florencia. En la escena ‘El pago del tributo’, el pintor Masaccio, uno de los primeros renacentistas, utiliza una anécdota del Evangelio de San Mateo para ilustrar un asunto candente en la política de la época: un recaudador de impuestos pide a Cristo que pague el tributo al templo, y él ordena a Pedro –quien se convertiría en la cabeza de su Iglesia– que pesque en el lago y con lo pescado pague el gravamen debido.
En otra ocasión, sus discípulos le preguntan si deben o no pagar impuestos: Cristo contrapregunta que de quién es el rostro que aparece en las monedas romanas. Al contestar ellos que es del César, pronuncia la famosa frase que debería regir las relaciones entre el cristianismo y el Estado: “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
La Iglesia católica se alejó después mucho de estos y otros preceptos cristianos como el de que “mi reino no es de este mundo” y amasó una enorme riqueza y un gran poderío económico y político. Precisamente, contra estas desviaciones de la doctrina cristiana se rebelaron Lutero y Calvino, y de allí surgieron la Reforma protestante y las hoy llamadas iglesias cristianas.
Lo irónico es que hoy en día muchas de estas iglesias, las pentecostales y evangélicas, se han convertido en grandes emporios económicos y ahora quieren participar del poder político en varios países, especialmente en América Latina. Colombia es el mejor ejemplo. No solo porque las iglesias cristianas fueron instrumentales para el triunfo del No en el plebiscito sobre el acuerdo con las Farc, cuando sus pastores engañaron a sus fieles diciéndoles que la frase “equidad de género”, que aparecía en algunos apartes, llevaría a entregar el país a los homosexuales. Sino también porque ahora, el Centro Democrático y Cambio Radical se pelean a los pastores cristianos: Claudia de Castellanos, de la Misión Carismática, será segundo renglón en la lista al Senado de Vargas Lleras porque Uribe no quiso ponerla en un renglón tan destacado en la suya.
Y sospecho que la presión de otros pastores cristianos (además de la del dúo José Félix Lafaurie-María Fernanda Cabal) tuvo mucho que ver con que Uribe e Iván Duque acabaran aceptando que la lista del Centro Democrático sea abierta, contrariando todo lo que ese movimiento criticaba de las microempresas electorales y el clientelismo de los partidos tradicionales. Resultó más papista el Partido Liberal, que no le aceptó a la ‘pastora’ Viviane Morales que antepusiera las doctrinas de su iglesia a las del liberalismo.
Me parece muy preocupante que a las microempresas electorales que han pervertido nuestro sistema político se les sumen ahora las poderosas macroempresas religiosas. Pero si sus influyentes pastores resuelven que quieren sumar el poder político al considerable poder económico que ya tienen, alejándose cada vez más de las ideas cristianas que supuestamente los inspiran, cuando menos deberían dejar de defender sus exenciones tributarias y pagar impuestos, siguiendo las instrucciones de Cristo que recuerda el hermoso fresco de Masaccio. Aunque para pagarlos recurran a un milagro, como sucedió en esa ocasión, pues el pez que pescó Pedro traía en la boca una moneda de oro con la que se canceló el gravamen.
P. S.: recomiendo para leer este fin de año: ‘Homo Deus’, del historiador Yuval Noah Harari; ‘Creía que mi padre era Dios’, de Paul Auster; ‘Los días del desamor’, de Elena Ferrante; ‘La flor púrpura’, de Chimamanda Ngozi Adichie; ‘Dos veces única’, de Elena Poniatowska; la serie de ‘Bandini’, de John Fante; ‘El héroe de nuestro tiempo’, de Mijail Lermontov.
GUILLERMO PERRY
Guillermo Perry
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