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Salud

Como van las cosas, yo del ministro de Salud reconsideraría lo de la renuncia.

Para no mortificarlos más con la insepulta reforma tributaria, hoy me ocuparé de otro asunto que también anda mal, muy mal: la salud.
Comienzo por la esperada reforma integral del sistema de salud, que sigue sin mostrar señales de vida. Esta iniciativa se ha presentado en tres oportunidades, pero en esta ocasión fue suscrita por el propio Gobierno y con mensaje de urgencia para su trámite. ¿Cómo explicar que, en medio de esta crisis sanitaria, la reforma más urgente siga estancada y que la ponencia ni siquiera se haya comenzado a votar?
Esta reforma sí que contribuiría a optimizar los más de $ 40 billones que anualmente gastamos en salud. Con ella se garantizan un mayor acceso a la salud y servicios con mejor calidad y oportunidad, a través del modelo básico del médico de familia, con capacidad resolutiva de los casos. También permitirá evitar la tercerización en las relaciones laborales, el justo auxilio de maternidad para las mujeres del régimen subsidiado que hoy no lo tienen, y unificar los beneficios del Plan de Beneficios en Salud para los regímenes contributivo y subsidiado.
Con esta ley se pondrán en marcha el examen único nacional de ingreso y las alianzas público-privadas que, aunque existentes hoy, no funcionan y permitirían canalizar importantísimos ingresos para el sector; también se reglamentan los conglomerados, se depuran las EPS y se establece un tope máximo a sus gastos administrativos y, como si fuera poco, se crea el saneamiento financiero del sistema.
Pues resulta que cuando finalmente se iba a iniciar la discusión del proyecto, el viceministro de Hacienda, doctor Zárate, envió a la Comisión una carta en la que cuestiona todo el alcance del proyecto. En su calidad de experto, prácticamente vetó todo su contenido. ¿El doctor Zárate consultó el texto de este torpedo con su jefe directo, el ministro Carrasquilla? A quien con seguridad no le consultó su opinión fue al ministro de Salud, autor del proyecto. Por eso, y con sobrada razón, se especuló que el Dr. Ruiz pensó en renunciar a su cargo, y ojalá lo hubiera hecho, pues la motivación principal de su ingreso al Gobierno, así como la de Cambio Radical al haberlo postulado, fue precisamente la de materializar esta trascendental reforma.
En el frente de la vacunación, el avance no va mejor que en el de la paralizada reforma. Estamos viviendo el resultado de un gobierno que no tomó decisiones a tiempo para comprar las vacunas que el país necesitaba. Cualquier inversión en estas hubiera resultado barata. En términos fiscales, yo diría que la mejor reforma tributaria es acelerar la vacunación. Pero como vamos, vamos mal, muy mal. A estas alturas llevamos 1’440.000 vacunados con dos dosis y 4,6 millones con una dosis. Al ritmo de 90.000 vacunas diarias, cuando las hay, no terminaremos de vacunar a los 35 millones de colombianos ni a mediados del próximo año. Como no reservaron las segundas dosis, estas semanas no se pudo vacunar a quienes tenían cita, con todas las implicaciones que ello tiene. Y si resulta cierto que la inmunidad de la vacuna vence a los 10 meses, sencillamente nos llevó el demonio.
No es de extrañar, entonces, que esta semana Colombia haya tenido, después de India y Brasil, el mayor número de personas fallecidas a nivel mundial y el número 12 en casos confirmados con el virus, según la Universidad Johns Hopkins. El jueves, por primera vez se superó la cifra de 500 fallecidos en un día.
Finalmente, el Gobierno accedió a permitir la participación de privados en la vacunación. Pero lo hizo tan mal, a través del decreto 507, que mejor no lo hubiera hecho. Los requisitos impuestos, comenzando por tener que asumir las empresas toda la responsabilidad por los posibles efectos adversos de la vacuna o régimen excepcional de indemnidad, harán que pocos se atrevan a participar. A ello se suma que solo podrán iniciar tareas bien avanzada la 3.ª etapa, que nadie sabe cuándo será, y además, la obligación de compra directa al laboratorio fabricante, prácticamente imposible de cumplir. Si el Gobierno no quería que los privados ayudaran en la campaña de vacunación, acertó.
Como van las cosas, yo del ministro de Salud reconsideraría lo de la renuncia, lo cual personalmente recomiendo.
GERMÁN VARGAS LLERAS
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