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Que les piquen caña

Nunca se le hizo conejo al No. Ahora les corresponde a esos mismos voceros que sembraron las inquietudes no hacerle conejo a la paz.

Gabriel Silva Luján
Pasado el chapuzón de la victoria del No, se desencadenó un proceso político singular. De la manera más amplia y democrática, el presidente Juan Manuel Santos reconoció sin ambigüedades que no se podía hacer el de la vista gorda ante un país dividido prácticamente por la mitad frente a un tema que exige la mayor unidad posible entre los colombianos.
Es innegable que los acuerdos firmados en Cartagena no tuvieron la capacidad de movilizar a la Nación de una manera contundente. Con su pragmatismo de estadista, Santos reafirmó que mantiene el rumbo porque sabe que la historia no le perdonaría a nadie que se llegase a frustrar por vanidades o cálculos electorales el anhelo de cerrar una guerra de más de cincuenta años.
Al mismo tiempo abrió las puertas del diálogo, reconociendo abiertamente que existe mucho de constructivo en las inquietudes de quienes votaron por el No. La verdad sea dicha, también entre muchos de los amigos del Sí. El plebiscito dejó en claro que no hay enemigos de la paz, sino una colección de incertidumbres, de miedos, de dudas, además de aportes y contribuciones constructivas de muchos sectores.
Los voceros del No, todos, sin excepción, han sido oídos. Las víctimas han sido escuchadas. Los sectores sociales y los empresarios pudieron hacer sus aportes. Se realizó un inventario concienzudo y completo de las diferentes sugerencias para afinar, mejorar, cambiar o eliminar ciertos aspectos de los acuerdos. No fue un diálogo de sordos con quienes querían constructivamente hacer una paz más integral. De manera sincera y atenta, el Gobierno recogió todo este cúmulo de ideas y, con toda lealtad, las defendió frente a su contraparte en La Habana.
Con una buena disposición de reconciliación, las Farc aceptaron que era necesario abrir la negociación para recoger aquello que impedía que más ciudadanos convergieran sobre los acuerdos. Frente a un texto ya firmado y sellado, es de destacar la voluntad de la guerrilla de emprender los ajustes para introducir las sugerencias recogidas. El resultado, como lo dijera Humberto de la Calle, es que todo ese proceso posplebiscito ha llevado a un nuevo acuerdo mucho mejor que el anterior. Así lo reconoció con humildad el presidente Santos.
Los cambios introducidos cubren 56 temas claves del acuerdo. Al repasar lo que se conoce sobre dichos cambios –que serán divulgados en su integridad inmediatamente–, se hace evidente que atienden la inmensa mayoría de las inquietudes y las propuestas. En ellas están incluidos los reparos de Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez, Viviane Morales y, en lugar destacado, las enfáticas posiciones de los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. También se revisaron los asuntos relacionados con la justicia para los militares y los empresarios asociados al conflicto; la protección de la propiedad privada, y las inquietudes de los representantes de las iglesias y las víctimas. Al que quiera más, que le piquen caña.
El nuevo acuerdo es mejor que el anterior, ante todo porque responde a las exigencias de la otra mitad de los colombianos. El Gobierno cumplió su palabra con lealtad y seriedad. Nunca se le hizo conejo al No. Ahora les corresponde a esos mismos voceros que sembraron las inquietudes no hacerle conejo a la paz. Recordemos lo que dijo ‘Iván Márquez’ ayer: “Hemos cedido hasta los límites de lo razonable y aceptable para una organización cuyas armas no fueron vencidas”.
Dictum. Julia, te estás equivocando en materia grave. No es una buena idea permitir una instalación naval militar en la isla Gorgona. Ese tipo de islas en el mundo son santuario para la naturaleza y para el alma.
GABRIEL SILVA LUJÁN
Gabriel Silva Luján
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