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Papa caliente

Aquellos que quieren la guerra y el odio quedarán arrasados por las realidades de la convicción.

A mí me han acusado muchas veces de ser masón, anticlerical y ateo. De hecho, esos señalamientos me costaron un gran amor porque los padres de la dama eran extremistas fanáticos del Opus Dei. Preferían la infelicidad de su hija que desposarla con un monstruo satánico. Admiro a los masones porque sin su logia no hubiera sido posible liberarse del yugo de la Iglesia y disparar la revolución liberal del siglo XIX. El librepensamiento y la circulación de las nuevas ideas no se hubieran logrado sin los ritos ocultos que desafiaron la inquisición intelectual e ideológica conducida por el aparato eclesiástico.
Nunca he sido anticlerical y no comulgo con los que desterraron a los jesuitas para hacerse con sus bienes o mataron curas en la revolución mexicana, o con los liberales que torturaron y asesinaron a muchos párrocos durante la Violencia. Y siempre me he casado por lo católico –lo que es una verdadera hazaña cuando se tiene más de un matrimonio– como un símbolo de mi comunión con la Iglesia. Fui educado por benedictinos –por hombres y mujeres dedicados a servir con total entrega–, donde tuve la oportunidad de experimentar de primera mano el profundo significado de la caridad cristiana. Como dijo Cecilia Álvarez-Correa en su columna de ayer: “Tengo una relación con Dios permanente, sólida y estable”. Tengo grandes amigos curas y admiro a quienes dedican su vida a esos menesteres, entre ellos a monseñor Fabio Suescún, quien ha sido un coordinador impecable de la visita de su santidad el papa Francisco.
La visita del Papa es un desafío de una profundidad única para quienes quieren apropiarse de Dios para fines electorales. En particular para la extrema derecha y los ritos cristianos –los cuales respeto espiritualmente–, pero que, sin embargo, son la máquina de explotación de los pobres más horrible que se ha conocido desde la época del diezmo forzoso y la Inquisición.
El Papa no viene de turismo o a decir banalidades. Viene a darnos un mensaje pastoral excepcional para un país que está comprometido con construir la reconciliación. Por eso, Francisco es una papa caliente para los sicópatas amigos de la guerra. Con la visita del Papa, las iglesias cristianas se van a ver retadas por el catolicismo en la diabólica carrera de muchos de los pastores por la hegemonía económica de sus templos y su deseo de controlar la fe para su propio beneficio. Francisco, con su condición ecléctica y en su actitud disruptiva, ha recuperado a muchos católicos que habían abandonado la Iglesia por la ausencia de misericordia de sus instituciones oficiales.
Habrá que ver a los extremistas como Álvaro Uribe y al exprocurador Ordóñez cómo van a explicarle a Francisco que ellos escogen la guerra sobre la vida, como lo hicieron en el plebiscito. ¿Cómo van a justificar su oposición al valor más profundo del cristianismo, que es el perdón y la reconciliación? Ellos, en el fondo, no tienen problema con eso –como tampoco lo tienen las avasalladoras tácticas de las iglesias cristianas–, pero la visita de Francisco les crea un serio problema político.
El Papa viene a Colombia a demostrar que su Iglesia tiene el deber superior de comprometerse con la paz. Los cálculos electorales de unos u otros con la visita papal se desbaratan, porque nadie es dueño de Francisco y él, solo él, es poseedor de su esencia pastoral. Y aquellos que quieren la guerra y el odio quedarán arrasados por las realidades de la convicción. Para ellos, Francisco es una papa caliente. Gracias a Dios.
Dictum. El Twitter de Uribe es una cloaca llena de odio, falacias y mentiras. Asesina moralmente a la gente. No puede quedar impune.
GABRIEL SILVA LUJÁN
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